Odisea de sobreviviente a terremoto en Haití 

Odisea de sobreviviente a terremoto en Haití 

Enterrado entre los escombros, Bazelais Suy respiraba con dificultad. Encima suyo tenía el cadáver de una mujer. Logró apartarla, pero sus piernas seguían atrapadas.  Entre las ruinas del edificio de cinco plantas de la universidad, estaba rodeado de estudiantes heridos o muertos a causa del feroz terremoto que estremeció Haití a principios de año.  

En un reportaje de AP, se narra como Suy, de 28 años, líder de una agrupación que trataba de sacar a los jóvenes de la pobreza, tenía la columna vertebral lastimada.   Yacía de espaldas en un pequeño hueco oscuro. Por horas escuchó los quejidos de sobrevivientes malheridos y temió que otros temblores acabasen con su vida.  

“No quería morir”, cuenta. “Les dije que no tuviesen miedo”.   Suy no murió. Y se embarcó en una odisea en la que recuperó su salud en Chicago y regresó a la tierra donde casi pierde la vida.  

Suy debe su vida a un grupo de extraños de Chicago que lo transportaron a otro mundo para que se sometiese a seis meses de intenso tratamiento, sin cobro alguno, mientras su país también trataba de cicatrizar sus heridas. 

Se le dieron pocas esperanzas de volver a caminar, pero Suy no se resignó.   Amigos suyos lo sacaron de entre los escombros y lo llevaron en auto a una plaza donde se atendía a heridos. Su familia lo encontró allí, en el piso, y lo trasladó a un hospital donde las condiciones eran atroces y lo único que se suministraba era calmantes.

Finalmente fue llevado a una clínica del Sacre Coeur Hospital.   Allí fue visto por un médico de Chicago, integrante de un grupo de asistencia, especializado en lesiones de la columna, Dan Ivankovich. El médico no podía creer que Suy no hubiese sido inmovilizado y que hubiesen pasado diez días desde que se lesionó.  

Ivankovich es un gigante irreverente de 2,13 metros (siete pies), que admira al músico Johnny Cash y quiere ayudar a los pobres.   Suy era un niño de origen humilde del sur de Haití que fue enviado a vivir con una tía en Puerto Príncipe para que pudiese estudiar.

Joven muy religioso, fundó hace algunos años una agrupación que busca ayudar a la juventud a salir adelante. El grupo es conocido por sus siglas en francés, GRRANOH.

Sus voluntarios asistían a niños huérfanos, conseguíann comida para los indigentes, visitaban pacientes en los hospitales y llamaban la atención sobre las necesidades de la gente.   “No tiene mucho, pero con lo poco que tiene, quiere ayudar a los demás”, expresó su novia Jeanna Volcy.  

En el caos que siguió al terremoto, Ivankovich tenía equipo para lidiar con amputaciones y fracturas, pero no para operar la columna. El hospital, por otra parte, tampoco estaba en condiciones de ofrecer salas para ese tipo de intervenciones.   Cuando estaba listo para volver a Chicago, Ivankovich decidió llevarse al paciente con él. Le consiguió una visa humanitaria y lo transportó en un avión ambulancia.  

La operación duró tres horas en el Northwestern Memorial Hospital y no resultó demasiado alentadora. Suy seguía sin poder mover las piernas y casi no tenía sensibilidad debajo de la cintura.   Ivankovich le dijo: “Amigo, estás paralizado. Tienes que hacerte a la idea de que de ahora en adelante deberás usar una silla de ruedas”.  

Suy nunca se resignó.   Fue trasladado al Instituto de Rehabilitación de Chicago, uno de los mejores hospitales del país para lesiones de la columna. Su tratamiento, que normalmente cuesta cientos de miles de dólares, fue costeado con fondos humanitarios del Instituto y del hospital.  

El Instituto se encuentra en el barrio Gold Coast, lleno de rascacielos y de hoteles exclusivos. Era otro universo para Suy, el niño humilde de Haití.  

A Suy lo atormentaban los recuerdos del terremoto. No quería comer platos estadounidenses y no podía dormir. La habitación le parecía enorme.   Pero Suy le hizo caso a la terapeuta Kate Silverman, quien hablaba francés y le dijo que necesitaba comer y fortalecerse.  

Suy se sometió a un intenso tratamiento de rehabilitación.   “Deja de hacerlo si es demasiado”, le dijo una vez un terapeuta.   “No es demasiado”, le respondió Suy.   Un día de marzo lo visitó Ivankovich y se quedó mudo al ver que Suy levantaba un poco su pierna.   “Es un milagro. Nunca soñé con que podría hacerlo”, relató el médico.  

Pronto Suy comenzó a usar un caminador. Fue recuperando la sensación en sus caderas y ganando fuerza para sostener su cuerpo.   Una vez terminadas las sesiones de terapia, él seguía haciendo ejercicios por su cuenta en su habitación. “No hay que perder las esperanzas. Sé que algún día podré hacer lo que quiera”, manifestó el haitiano.  

Pensando en el regreso a Haití, Suy comenzó a practicar desplazamientos en terrenos con obstáculos, dado que las calles de su país siguen repletas de escombros.   Se entusiasmaba cada vez que veía al doctor Ivankovich, a quien considera su ángel guardián.   Se comenzó a hablar de su regreso a su patria, algo a lo que algunos especialistas se oponían.   “Yo no enviaría a alguien a vivir en la calle” si no está en condiciones de manejarse por sí mismo, sostuvo Silverman.

Hacia junio, Suy podía caminar con muletas o con dos bastones. Le costaba, pero había avanzado mucho más de lo que se podía esperar.   “No me hubiese sorprendido que no pudiese volver a caminar”, comentó John Liu, el médico que lo operó. “Los progresos que ha hecho son fantásticos”.  

Rosite Merentie, una enfermera de origen haitiano que acompañó al doctor Ivankovich en su viaje a Haití, lloró de emoción al ver esos progresos. “Sé que a este paciente lo ayudé”, expresó.   “Vi tanto sufrimiento en Haití… Esto me da una satisfacción que no puedo explicar”, dijo la mujer.  

Merentie le encontró un departamento en Puerto Príncipe a Suy, mientras que Ivankovich trató de hallar programas de estudios para su amigo en Haití y arregló para que continuase su tratamiento en una nueva clínica de rehabilitación.   Los dos lo acompañaron en su viaje de vuelta y llevaron ocho valijas con ropa, medicinas y computadoras portátiles donadas.  

“Esto se ve terrible, peor de lo que pensaba”, expresó Suy al ver cómo estaban las cosas en Puerto Príncipe.  

A Suy le encantó el departamento que le consiguió Merentie en el edificio de un pariente y pidió vivir en la planta baja, pensando que sería lo más seguro. Pero le preocupa la idea de que no pueda escapar lo suficientemente rápido si hay un temblor, un incendio u otro desastre.  

Unos escolares se acercaron a Suy, quien les dijo que debían estudiar. 

“Ustedes se salvaron (del terremoto). Ahora tienen que salvar a otros chicos”, afirmó.   Al día siguiente Suy cumplió 29 años y Merentie le organizó un festejo.   “Suy regresó del infierno tras ser dado por muerto. Es mi hermano y alguien a quien admiro”, expresó Ivankovich.

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