Odisea indocumentados apenas esta comenzando

Odisea indocumentados apenas esta comenzando

HOUSTON, EEUU (AF) .- Para miles de hispanoparlantes pobres damnificados por el huracán Katrina, haber perdido lo que tenían no ha sido el final de sus problemas: ahora deben enfrentarse a la discriminación, a las dificultades para recibir ayuda y a su propio temor a ser deportados.

Después de haber dejado sus hogares en América Latina en busca del «sueño americano», miles de familias hispanas se vieron obligadas a un nuevo éxodo, ahora obligado por el huracán Katrina.

Así muchos de ellos llegaron a Houston y ahora hacen cola fuera del Astrodome, bajo el sol implacable, para intentar registrarse y recibir una tarjeta de débito que está entregando la Cruz Roja. Junto a la tarjeta obtendrán fondos por entre 300 y 1.500 dólares. Un pequeño paliativo para todo lo que perdieron bajo el agua.

«Vamos a ver, pues», sonrió Juan Pablo, un mexicano de 30 años, que acaba de ser papá. Su bebé nació dos días antes del huracán. Con el niño en brazos huyó, y con él -ciudadano estadounidense- como carta de presentación, espera que se allane la ayuda.

Juan Pablo -que no quiso dar el apellido- se refugió con su familia primero en el Superdome de Nueva Orleans y luego en el Astrodome de Houston. Intentó salir de allí en cuanto pudo. Dijo que dentro de los centros de refugio la mayoría negra maltrata a los hispanos, y que las autoridades los favorecen a la hora de ayudarlos o darles beneficios.

Los consulados lo confirmaron. Por eso las autoridades mexicanas, hondureñas y colombianas, entre otras, recorrieron el Astrodome intentando llevarse de allí a sus connacionales.

Junto a Juan Pablo, otros 20 hispanoparlantes -algunos con y otros sin documentos- también esperan bajo el sol la posibilidad de recibir algo.

Pero la mayoría no se anima, permanece oculta. «Los hispanos en general están teniendo miedo de acercarse a las autoridades, miedo de acercarse incluso a los albergues, porque tienen presentimiento de que puede haber alguna redada y deportarlos», explicó Ademir Olguín, vocero del consulado mexicano en Houston.

De nada sirven los llamados de todos los consulados latinoamericanos explicando que no va a haber persecución, que la meta de las autoridades estadounidenses ahora es «salvar vidas y no ponerse a hacer redadas», en palabras de Olguín. «No deben tener temor», repitió.

En Nueva Orleans, la ciudad más dañada por Katrina, vivían más de 100.000 hondureños, la principal comunidad hispana.

Sin embargo, al igual que los mexicanos, sólo unos pocos cientos están registrados y reciben ayuda.

«Queremos que los hondureños tengan conciencia de que deben registrarse, de otra forma no van a poder acceder a la ayuda estatal que se va a proporcionar», explicó Xiomara Vega, portavoz del consulado hondureño.

El pastor Pedro Cantou abrió su iglesia cristiana a decenas de desplazados y los ha ido repartiendo en apartamentos cedidos por empresarios privados durante un mes sin costo.

Él acompañó a un grupo de indocumentados para intentar que se documenten. Hizo la fila con ellos y, sudoroso, esperó afuera durante horas. «Sólo necesitan la libreta de conducir o alguna identificación que diga que vivían en Nueva Orleans para recibir la tarjeta», explicó.

Pero para recibir la otra parte de la ayuda federal, que llega en forma de «estampillas de comida», la situación es más complicada. Para ello es necesario tener un número de seguro social. Y ese número sólo lo tienen los residentes legales.

«Los servicios básicos, como agua, comida y albergue están disponibles para todos los afectados, sin importar su nacionalidad o estatus de residencia», señaló Edward Conley, vocero de FEMA, la agencia estadounidense que coordina la emergencia.

Con su niño estadounidense en brazos, Juan Pablo, que no habla inglés, sólo quiere la oportunidad de volver a empezar. Confía en que al menos recibirá la tarjeta de débito. Salvo esa tarjeta, no tendrá más documentos. Pero sí unas ganas enormes de ponerse a trabajar.

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