OEA: Corrupción debilita sistema democrático

OEA: Corrupción debilita sistema democrático

Desde el 6 de junio al 8 de junio los ministros de Relaciones Exteriores de 34 naciones del hemisferio se reunieron en Quito, Ecuador, con motivo de la Asamblea General de este año de la Organización de los Estados Americanos (OEA). La OEA, cuyas raíces se remontan al año 1890, es la organización regional internacional más antigua del mundo. Para Estados Unidos la OEA se ha convertido en el principal foro para nuestro compromiso multilateral con las otras naciones del hemisferio, conforme juntos buscamos las soluciones prácticas a los difíciles problemas de la región.

La Asamblea General de este año considera uno de esos problemas difíciles: el efecto de la corrupción en el desarrollo social y la democracia.

No hay duda de que la corrupción provoca enormes daños a las democracias del hemisferio. Socava la confianza que los votantes deben tener en que su gobierno trabaja en favor de ellos y en que la misma democracia merece ser preservada.

La corrupción distorsiona la administración de la justicia y atiza la criminalidad, dado que el soborno y el tráfico de influencias con frecuencia están vinculados a otros delitos como el tráfico de narcóticos, el lavado de dinero y la extorsión.

La corrupción derrocha los aportes de los contribuyentes, vaciando de esta forma los recursos que tanto se necesitan para la inversión social y nueva infraestructura.

La corrupción distribuye los recursos a quienes están políticamente conectados, negándoles mejores oportunidades económicas a los ciudadanos desfavorecidos.

También fomenta la creación de obstáculos burocráticos al comercio — y con ello desfavorece tanto el comercio como la inversión, tan vitales para el crecimiento económico de la región.

El Banco Mundial ha identificado a la corrupción como «obstáculo principal y único al desarrollo social y económico» que enfrentan naciones en todo el mundo. Se estima que al año la corrupción les roba a los países en vías de desarrollo por lo menos uno por ciento de su producto bruto interno.

Estados Unidos está ayudando a combatir la corrupción en la región. Nuestra ayuda técnica contra la corrupción a los países del hemisferio permite actualizar los códigos criminales, crear códigos de ética y establecer grupos especializados de tareas contra el lavado de dinero.

Nosotros cooperamos con las investigaciones de las agencias extranjeras encargadas de aplicar la ley -a principios de año anunciamos la devolución de 20 millones de dólares al gobierno del Perú, que fueron sacados al extranjero por Vladimiro Montesinos, ex-jefe de espionaje.

En enero, el presidente Bush firmó una proclama que le permite a Estados Unidos negar la visa a ciudadanos extranjeros involucrados en actos de corrupción pública que perjudican los intereses de Estados Unidos.

Además, estamos reorientando nuestros programas de ayuda extranjera para alentar a los países a que «hagan lo correcto» a la hora de erradicar la corrupción y promover la transparencia.

Afortunadamente la OEA también ha comenzado a enfrentar este problema. En 1996 las naciones del hemisferio firmaron la Convención Interamericana contra la Corrupción, el primer acuerdo

de ese tipo en el mundo. No obstante, ha sido un desafío traducir en actos reales las palabras de la Convención. Se tiene prevista una reunión especial de los Estados Miembros de la Convención en

Managua en julio. Necesitamos salir de esa reunión con un plan que facilite la cooperación internacional e impulse a la acción.

Los líderes del hemisferio comprenden claramente que la corrupción es una plaga terrible. En la Cumbre Extraordinaria de las Américas, realizada en enero en Monterrey, México, los presidentes y primeros ministros de la región se comprometieron a fomentar una «cultura de la transparencia» y a «negar refugio seguro a los funcionarios corruptos, a quienes los corrompen y a sus bienes». Ese espíritu combatiente precisa ser reafirmado en Quito, mantenido hasta nuestro encuentro en Managua conforme reforzamos nuestros compromisos asumidos en virtud de la Convención Interamericana contra la Corrupción, y reforzado una vez más en la próxima Cumbre de las Américas, que tendrá lugar en Argentina.

La Asamblea General de este año elegirá un nuevo secretario general. Nos parece que para esa nueva persona no hay mejor manera de ganarse el respeto del hemisferio que enfrentar la

plaga de la corrupción. El nuevo secretario general puede contar con Estados Unidos como socio dispuesto a enfrentar ese difícil desafío.

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John F. Maisto es embajador representante permanente a la Organización de Estados Americanos

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