OEA: crisis y soluciones

OEA: crisis y soluciones

HUGO GUILIANI CURY
La OEA es solo un reflejo de lo que son nuestros gobiernos y de como se manejan estos países. Hace mucho tiempo eso lo dijo Alberto Lleras Camargo cuando presentaba su renuncia como Secretario General de la OEA en el 1954. Sus palabras fueron las siguientes: “La organización, por eso, no es buena ni mala en sí misma, como no lo es ninguna organización internacional. Es lo que los gobiernos miembros quieren que sea, y no otra cosa, las debilidades de la organización, si las tiene, son debilidades de los gobiernos, flaqueza en su capacidad para actuar coordinadamente y en conjunto con los demás”.

La realidad es que la OEA, desde su misma fundación no ha sido capaz de cumplir con los objetivos para la cual fue creada y no ha podido constituirse en el principal organismo de concertación política de la región. Una breve mirada hacia atrás nos demuestra la realidad de esta aseveración pues durante la década del cincuenta, época de las dictaduras latinoamericanas, la OEA nunca tuvo respuesta a los regímenes militares de nuestro hemisferio. Luego en los sesenta no supo interpretar ni actuar correctamente en los casos de Cuba y República Dominicana. En los setenta y ochentas la OEA se estancó y no pudo lidiar con la intervención en Grenada y la guerra civil en Centroamérica. En tiempos recientes su papel en la crisis de Venezuela y luego en Haití fue un fracaso teniendo en este último caso que ser relevada de esas funciones por ONU. Igualmente ocurrió hace unos días cuando el Congreso y las Fuerzas Armadas ecuatorianas estaban destituyendo al Presidente Constitucional de ese país, el Consejo Permanente de la OEA en Washington deliberaba y deliberaba sin tomar ninguna decisión. Peor aún ocurrió cuando hace como un mes la OEA no actuó oportunamente para evitar la alteración del Estado de Derecho en el caso de la Suprema Corte de Justicia del Ecuador.

Esta situación revela la necesidad de que los gobiernos del hemisferio se involucren y actualicen la Carta Democrática así como la propia estructura administrativa para así tener un organismo capaz de asumir un liderazgo a nivel hemisférico. Una tarea de este género requiere que los países miembros entiendan que Estados Unidos es quien actualmente financieramente mantiene la Organización y eso tiene un precio. Esto así porque cuando se ha tratado de corregir esa situación distribuyendo la carga financiera y a la vez dotando a la OEA de mayores recursos financieros, nuestros países han rechazado pagar más. Si eso es una realidad, los países miembros deben entender que la OEA necesita a los Estados Unidos, pero que Estados Unidos también necesita a la OEA.

Igualmente ocurre con algunos de los países grandes de la OEA que se quejan de que los pequeños tienen en esa organización el mismo peso y el mismo voto que ellos. Es posible que esa queja tenga fundamento, pero también existen formulas de cómo solucionar problemas como esos. Solo hay que ver lo que se ha logrado en otras partes del mundo en situaciones similares y la integración Europea es el mejor ejemplo de cómo pequeñas, medianas y grandes naciones se han podido unir como iguales. La OEA y los gobiernos que la componen también tienen que entender los cambios que se han generado en las prioridades de los Estados Unidos después de Septiembre 11, 2001. Para ese país la seguridad nacional es la máxima prioridad y si eso es así el hemisferio occidental y quienes son sus vecinos más cercanos deben ser parte importante de las políticas que en ese sentido adopte Estados Unidos. En adición a la seguridad hemisférica, es también prioritario, que la OEA incorpore a su Agenda lo relativo a la asistencia financiera internacional y el tema del medio ambiente que es otra de las áreas en las cuales la organización debe tener una especial atención.

En las circunstancias actuales se necesita que los gobiernos del hemisferio se involucren y comprometan con la tarea de reformular a la OEA; lógicamente debe hacerse dentro de un contexto de realismo y donde la voluntad política este presente y convencida de la necesidad de que en la OEA los cambios son necesarios y deben ser profundos. Que no se cometa el error de dejar todo a cargo del Secretario General; le corresponde también a los gobiernos participar activamente en esas tareas.

No obstante debemos tener en cuenta que lo ocurrido en las elecciones de las pasadas semanas en la OEA revela que en el hemisferio se podría estar incubando una especie de división política y geográfica que ha comenzado reflejándose en el seno de esa organización. Esto también puede ser observado en las iniciativas que han tenido algunos gobiernos de la región con propuestas de crear nuevos organismos regionales.

Las elecciones del 2 de mayo próximo, por tanto serán (son) cruciales para el futuro de la organización regional. Cabe recordar que en las pasadas elecciones hubo dos candidatos que obtuvieron 17 votos cada uno. Si ambos vuelven a competir se tendrá una OEA dividida y lo prudente es que antes de que eso ocurra uno de ellos se retire y así el nuevo Secretario General sea el resultado de una gran mayoría. Entiendo que uno de los propósitos del viaje de la Secretaria de Estado C. Rice a cuatro países de la región es tratar el caso de la OEA, por lo cual espero que se logre un consenso y así evitar una división en dicha organización. Al momento de terminar de escribir estas líneas parece ser que el próximo Secretario General será el chileno José Miguel Insulza; esperamos que él pueda asumir un liderazgo efectivo y en coordinación con todos los países miembros de la OEA. Pero tan importante como esto es que después de seleccionar al Secretario General los gobiernos también comiencen a trabajar unidos y en forma coordinada para poder convertir a la OEA en un organismo ágil y eficaz que pueda cumplir con los valiosos objetivos que dieron lugar a su creación.

Empero si nuestras naciones en el hemisferio siguen dividiéndose política y geográficamente, el futuro de la OEA no será muy halagador y esta podría quedar convertida en un “Gran Salón de las Américas” donde los países miembros celebren allí sus fiestas de aniversario y los embajadores al salir de sus trabajos vayan a tomarse un aperitivo y a platicar con sus colegas sobre los problemas de la región. Nuestros gobiernos deben en estos momentos recordar las palabras de Lleras Camargo y en consecuencia actuar en forma decisiva para que el hemisferio cuente con una verdadera Organización de los Estados Americanos.

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