Ofensiva diplomática regional de EE. UU.: ¿Tardía u oportuna?

Ofensiva diplomática regional de EE. UU.: ¿Tardía u oportuna?

Después de haber sido por décadas el “rey” indiscutido en las relaciones interamericanas, poniendo y disponiendo, lo cierto es que el interés y la atención por la región pasaron a menos en los Estados Unidos, pareciera que en Washington comienzan a preocuparse e intentan ocuparse de recuperar su viejo rol estelar hemisférico.

En el decenio de los ochenta, pleno de tensiones y confrontaciones ideológicas, las administraciones Reagan-Bush (padre) prestaron una intensa atención a los  conflictos internos; se invadieron Granada (1983) y Panamá (1989) se emprendieron múltiples operaciones encubiertas y no tan encubiertas como el apoyo a la “contra” nicaragüense y el minado de los puertos de esa nación centroamericana. Superada las tensiones centroamericanas y caribeñas y el subsecuente desplome de los países socialistas europeos de finales de los 80 e inicios de los 90 la atracción geopolítica se enfocó en el antiguo bloque y nuestra región, concluida la Guerra Fría, dejó de llamar la atención. Andrés Oppenheimer destacaba en un artículo que tanto en el libro de George W. Bush como en el de Condoleezza Rice apenas se menciona a la región. Recordemos que durante la campaña presidencial del pasado año ni mencionaban a nuestros países.

Algunos creen ver una importante y activa ofensiva diplomática hacia América Latina y el Caribe con el reciente viaje de Obama -iniciando segundo mandato y estrenando nuevo Secretario de Estado con estela de liberal- a México y Costa Rica; a finales de mayo el vicepresidente Joe Biden viajará a Brasil, Colombia y Trinidad-Tobago; en junio visitarán la Casa Blanca los presidentes de Chile y Perú.  Según Biden “el período más activo de contacto a alto nivel con América Latina en mucho tiempo”.

Sin embargo, las cosas han cambiado profundamente en el continente; la atracción ejercida por Europa del Este, los hechos del 11 de septiembre que hicieron girar la atención norteamericana hacia el Medio Oriente y Asia Central y la irrupción de China en el escenario universal le permitieron a las naciones latinoamericanas y caribeñas despegar vuelo en lo político, lo diplomático y lo económico. Frente a eso no hay cambios significativos en la política estadounidense a pesar de las aseveraciones de Obama en la campaña del 2008 de que se preocuparía más por la economía de la región y menos de la política, aunque se esperaba que de la IV Cumbre de las Américas surgiera una nueva relación no se visualizaron cambios. El discurso sigue siendo el mismo incluido el tema de Cuba al que ya nadie presta atención al sur del Río Bravo. La región se manifiesta con mucha independencia, sin importar cuan distantes estén del eje político central, ya sea a la izquierda o a la derecha.

En Washington, evidentemente, continúan prevaleciendo –aunque han surgido voces con nuevos enfoques- quienes solo les interesa la región desde el punto de vista de las percepciones de seguridad estadounidenses y no como reales aliados estratégicos como bien convendría a la región.

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