Ofertas políticas vs demandas ciudadanas

Ofertas políticas vs demandas ciudadanas

La política entendida con la responsabilidad que la filosofía le confiere a esta actividad tiene mucho que aprender de la economía, en particular la ley de oferta y demanda, en términos sociales, no en términos individuales de lo que puede  demandar un ciudadano u ofrecer un político en el marco de relaciones clientelistas; sino en cuanto a la sintonía  con demandas  originadas en las necesidades de una sociedad.

La oferta para que sea creíble debe fundamentarse en realizaciones cuando los ofertantes han tenido la oportunidad de gobernar. Ciertamente influyen carisma personal, plataforma doctrinaria y organizativa, discursos y disponibilidad de recursos para financiar clientelismo o campañas publicitarias, etc.; que muchas veces derivan en promesas o ilusiones que se desvanecen ante niveles graves de insatisfacción de necesidades como estamos padeciendo o cuando se carece de la necesaria pericia administrativa

Las demandas, en el aquí y ahora dominicano, giran en torno a inseguridad ciudadana, precariedades en la prestación de servicios públicos especialmente salud y educación, indefensión ante poderes públicos y privados, falta de oportunidades de trabajo mayormente para la juventud que se ha esforzado, desesperanza colectiva que ha embargado nuestra alegría,  impunidad frente al enriquecimiento súbito sugerente de corrupción de cuello blanco que referencian delincuentes de otro cuello, desorden en los asentamientos humanos y carencias de adecuadas infraestructura,  depredación de medio ambiente, despreocupación e insensibilidad de autoridades frente a necesidades de gobernados, cortesanía frente a la intromisión externa concomitantemente con la indiferencia ante las violaciones fronterizas, economía medularmente deficitaria en términos fiscales por gastos excesivos conducentes a endeudamientos sistemáticos  y en balance comercial por desaliento a productores.

Estas demandas deben ser satisfechas con ofertas fundamentadas en disciplina partiendo de lo fiscal hasta extenderse a todas las actividades nacionales, detener la injerencia externa, apoyar productores principalmente mediante inversiones públicas e incentivos, combatir la pobreza mediante economía generadora de fuentes de trabajo y mediante acciones directas que desalienten el ocio y el parasitismo estatal, preservar el medio ambiente contemplando  explotaciones forestales con reposiciones, ordenamiento planificado de nuestro territorio, fomentar actuaciones sensibles y preocupadas de autoridades, respetar investiduras para poder cumplir las leyes para restablecer el orden, detener las amenazas fronterizas y de ultramar así como reinculcar  valores éticos y morales.

Si examináramos las ofertas políticas que han gobernado desde el restablecimiento de la democracia en 1966,  resultaría  fácil colegir que el reformismo tiene las mejores credenciales para sintonizar con las presentes demandas ciudadanas.

Solo falta que los propios reformistas nos demos cuenta de nuestra capacidad, tomemos las decisiones y actuemos con la voluntad y disposición que se requiere para ello.

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