¡Ojalá!

¡Ojalá!

Bonaparte Gautreaux Piñeyro

Hay una práctica torpe en la política internacional de América: el intento de solucionar profundas crisis políticas mediante el recurso de celebrar elecciones presidenciales, congresuales y municipales.

Unas elecciones, por limpias que sean, no resuelven los problemas de gobernabilidad, los celos, las malquerencias, las diferencias de visión y prácticas políticas, no las resuelven. Y no las resuelven porque una nación tiene, como las copias de las buenas partituras de música, alteraciones que no se resuelven con depositar un voto un día.

Aprender el A B C de la política es más difícil, muchísimo más, que interpretar partituras plegadas de signos musicales que complican su ejecución, con alteraciones que pueden conformar un cuadro entre bemoles, becuadros que los eliminan, y sostenidos, que cambian violentamente la lectura.

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Así es la política, una copia de la complicada vida de una sociedad, sin importar el tamaño de ésta, la sociedad haitiana tiene características que dificultan la solución de la crisis permanente de ese país.

A cada paso, Haití sufre una caída de la cual cuando se repone, sufre a seguidas otras dos caídas, esos problemas no se resuelven con elecciones y fórmulas creadas por “sabios” que nunca fueron descalzos a la escuela, ni tuvieron que comer un “gabiao”, gente que se perfuma antes de que llegue el “grajo”, esos no pueden entender la crisis haitiana.

En Haití, la fórmula pasa por crear una fuerza armada y policial con estricto entrenamiento, mayores conocimientos, con más poder de fuego y con tanta o más disciplina y respeto a la voz de mando de los superiores, primero.

Segundo, acometer la ímproba tarea de realizar un censo nacional de población y familia que incluya todos, todos los datos (al mismo tiempo se debe hacer la cedulación e identificación oficial de esos ciudadanos).

El censo y la cedulación permitirán poner a la gente en el terreno, facilitar la organización de la agricultura de subsistencia y la producción, a corto y mediano plazo, en las áreas agrícola, pecuaria, crianza de aves, conejos etc.,

Tercero, crear un sistema o-bli-ga-to-rio de alfabetización y reorganizar la escuela pública, también obligatoria, hasta el bachillerato. El capítulo más difícil es el desarme de la población y la pacificación de los pandilleros, a quienes hay que buscarles una salida para su reintegración a la vida civil.

Esta propuesta, u otra similar, superarían el problema de soluciones cortoplacistas y apresuradas, como para salir del paso, si se va a hacer, que se haga bien. Haití necesita, primero la pacificación, segundo el reordenamiento, el conocimiento legal de su población y finalmente, unas elecciones.

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