¡Ojalá!

¡Ojalá!

BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
El presidente Leonel Fernández sabe que de buenas intenciones está lleno el camino hacia la perdición. También sabe que obras son amores y no buenas razones.

Su visita del lunes último a un punto de los barrios de la parte norte de Santo Domingo está llena de esas buenas intenciones, ahora le faltan las obras.

El general Núñez Guzmán (La Soga), a la sazón jefe de la Policía, en compañía del general Vinicio Perdomo Féliz, visitó al padre Royo, entonces párroco de Las Cañitas y le ofreció apoyo para la realización de varias obras de interés para la comunidad.

Aún estaba fresca la tinta cuando visité a Vinicio en su despacho de inspector general de la Policía y le ofrecí mi concurso para que hiciéramos una labor conjunta con el padre y la comunidad, para beneficio de todos. Vinicio me llevó donde Núñez Guzmán y dimos inicio a una serie de visitas a la parroquia del padre Royo.

Allí juntamos comerciantes, amas de casas, líderes de Juntas de Vecinos, deportistas, estudiantes, obreros, miembros de los distintos partidos, acercamos a feligreses de iglesias cristianas no católicas y la Policía.

Explicados los propósitos, todos estuvieron de acuerdo en emprender una acción conjunta, bajo la supervisión de la Policía, por ser parte del gobierno y necesitarse influencia con oficinas y departamentos gubernamentales, préstamo de equipos, hombres, dinero etc.,

El general Jáquez Hernández y otros oficiales, entre ellos los Gautreaux Martínez, mis hijos, sentamos las bases de lo que luego se convertiría en el Programa Policial de Integración Comunitaria (PPICO) extraordinario trabajo, extraordinario esfuerzo que la desidia, la abulia y las zancadillas mandaron al carajo.

Acordamos acercar comunicadores, comerciantes, dirigentes empresariales. Lo logramos. Logramos la confianza de sectores, áreas, estamentos, que no confiaban en el rescate de barrios marginados.

El PPICO llegó lejos, entró por las cañadas y llegó a la orilla del río Isabela y de la ría del Ozama, logró la confianza de la comunidad y cambió la visión de la Policía sobre el barrio.

Fuimos capaces de motivar la comunidad y acercarla a la autoridad que tiene la solución en las manos y no la ejerce.

El pueblo confió en que la autoridad aplicaría la ley y descontinuaría los tradicionales abusos y la autoridad se acercó al pueblo sin la aprensión de ver en cada ciudadano un delincuente. De pronto, en Capotillo, todos nos volvimos dominicanos, hermanos, sin antagonismos, sin miedo.

El reintegro del coronel Juan Ramón de la Cruz Martínez a la Policía y al departamento de Relaciones Públicas impulsó el PPICO de manera determinante, pero también la voluntad política del presidente Joaquín Balaguer, a quien no le preocupó el color político de quienes formamos parte de la directiva del programa.

Un gran despliegue militar y policial en zonas como las que visitó el presidente Fernández, no es lo más recomendable.

Es acercarse, desarmados si es posible, hablar con los grupos, hablar con las personas. Es una labor de misioneros. Colocar una bombilla en la esquina donde la noche estrena el miedo, vaciar las letrinas con cal, reparar las averías que impiden que el agua llegue al barrio, reparar las calles, dotar las escuelas de lo necesario, construir y reparar las instalaciones deportivas.

Crear, como el que nos frustraron, un programa de estudios para amas de casas y padres sin trabajo, mediante el cual las escuelas de formación laboral acelerada trabajen en las tardes y las primas noches enseñando oficios con los que las personas pueden ganarse la vida: mecánica, tornería, carpintería, corte y costura, ebanistería. En una clase especial para personas de barrios marginados.

En aquella ocasión los orgullosos empresarios miembros del PPICO pagaban el transporte desde el barrio hasta la escuela, ubicada en la Feria Ganadera.

Se necesita, pues, de una verdadera integración, no de asustar a los tígueres con centenares de efectivos con armas largas. A la corta da como resultado el traslado de la delincuencia y de los delincuentes.

No basta rezar, como dice la canción de Los Guaraguaos, hacen falta muchas cosas para conseguir la paz. Se requiere de motivación, de cumplimiento, de hechos, más que de armas sofisticadas. Al fin y al cabo ¿se trata de fuerzas de ocupación o de hermanos dominicanos halando la carreta del progreso en la misma dirección?

¡Ojalá que triunfen, por el bien para todos!

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