Ojeda y Posada: un paralelismo siniestro

Ojeda y Posada: un paralelismo siniestro

HAMLET HERMANN   
La página 28 del vespertino dominicano El Nacional en su edición del miércoles 28 de septiembre de 2005 me aclaró un concepto. Nada faltó para, al fin, entender la política del presidente George W. Bush contra el terrorismo. En la página mencionada aparecen dos informaciones: las columnas de la izquierda dicen: “Juramento ante Ojeda”. En las dos restantes el titular proclama: “Juez decide no deportar a Luis Posada Carriles”. Todo estaba dicho en los encabezados: el gobierno norteamericano, a través del FBI, eliminaba a un luchador por la independencia de Puerto Rico mientras la CIA protegía a un confeso terrorista a su servicio.

El paralelismo entre el inhumano asesinato por desangramiento ejecutado por el FBI contra el patriota puertorriqueño y el proteccionismo exagerado contra un confeso criminal terrorista vinculado a las operaciones especiales de la CIA no son otra cosa que señales de la alienación mental de la dirección política norteamericana.

¿Cuál fue el pecado de Filiberto Ojeda que llevó al FBI a perseguirlo, herirlo con un fusil de alta potencia y permitir que se desangrara sin darle atención médica a pesar de que sus persecutores podían ver como la sangre se extendía por debajo de la puerta de la casa? Ojeda simplemente había dejado atrás su vida como músico profesional para combatir por todos los medios posibles la situación colonial de Puerto Rico que impera allí desde 1898.

Por el otro lado, ¿cuáles han sido los servicios prestados a la CIA por Posada Carriles de manera que el gobierno de Estados Unidos fuera capaz de llegar hasta el ridículo universal para proteger a ese confeso terrorista? Sencillamente, como hombre de la CIA, esta persona provocó centenares de víctimas mortales atacando barcos de países socialistas en puertos de México, saboteando un avión cubano lleno de deportistas, dirigiendo la colocación de bombas en hoteles turísticos de Cuba y torturando revolucionarios en la vieja Venezuela. Por suerte fue sorprendido en delito flagrante antes de que colocara explosivos en un auditorio de la capital panameña donde se reunirían miles de personas a escuchar a Fidel Castro. Por esos antecedentes llegó a ser reconocido por la CIA como uno de sus mejores expertos en demolición.

Definitivamente, el gobierno de Estados Unidos está enfermo, muy enfermo. La Casa Blanca parece estar afectada de una esquizofrenia paranoide en la que el funcionamiento de sus cerebros luce estar disociado de la realidad. Aparentemente abundan los delirios y las alucinaciones hasta el punto de que han perdido la noción y el control de su poder real. ¿De qué otra manera podría explicarse las invasiones a Afganistán y a Irak, así como las pérdidas de las libertades individuales en el propio Estados Unidos? Sólo los alucinados y los delirantes podrían tomar decisiones de esta naturaleza que aceleran la decadencia del poderío norteamericano.

Por encima de todo lo anterior existe la circunstancia agravante de que el presidente W. Bush dice estar orientado por Dios y que con Él conversa antes de tomar cualquier decisión. Pobre Dios, donde quiera que esté, tan usado en estos tiempos de codicia como instrumento de la maldad. La enajenación mental que abate a la Casa Blanca promete todo menos un porvenir luminoso para la política y la economía norteamericanas.

No cabe la menor duda de que el poder político de Estados Unidos está enfermo, muy enfermo. El paralelismo entre el asesinato por desangramiento del patriota independentista puertorriqueño y el proteccionismo exagerado para un terrorista de la CIA lo confirman. El poder militar es lo único que les queda para sobrevivir como gran potencia y lo están desperdiciando de forma exagerada. No en balde Condoleeza Rice, canciller de W. Bush, dijo días atrás que el uso de la fuerza es el mejor instrumento para hacer avanzar la democracia y la libertad.

No sé si en la Casa Blanca se darán cuenta de que el enemigo que podría aniquilar el poderío norteamericano no está en Irak ni en Afganistán. Es posible que sean ellos mismos los sepultureros de un sistema que durante casi dos siglos y medio demostró que es posible pasar de un régimen colonial y esclavista al más alto nivel de desarrollo que ha conocido la humanidad. Pero no podemos pedirle mucha racionalidad a quienes dicen hablar con un Dios que los incita a violentar todos y cada uno de los diez mandamientos.

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