JOSE LOIS MALKUN
Leyendo El Nacional de Ahora, donde se comentaba la coincidencia de que 7 de sus empleados habían sido asaltados en los últimos meses, pensé que más que coincidencia podría ser algo dirigido contra ese medio.
Al referirme a este caso en una reunión social, una de las invitadas me dijo: «Señor Lois, ojo pelao con eso, no se deje engañar que usted está en un error. Mire, cuando voy al salón de belleza, entre las 5 empleadas y las 3 o 4 clientas que estamos siendo atendidas, por lo menos 6 confiesan que han sido asaltadas en los últimos tiempos, incluyendo otra que me dijo que una bala perdida había inutilizado a un sobrino de 6 años».
En la misma reunión, comenzamos a analizar el tema y a contar experiencias personales. Éramos unos 16 invitados en total. Una pareja, mi primo hermano, contó lo que ya yo sabía. El asalto a mano armada que sufrieron para quitarle su vehículo frente a la casa de su madre. Eso sucedió hace 4 meses.
Dos de las damas presentes habían sido asaltadas en un mismo mes (julio). A una de ellas dos motoristas le arrancaron la cartera y a la otra le quitaron su carro a punta de pistola. A otra pareja, le habían robado su carro a finales de noviembre. A otra le vaciaron la casa en semana santa. Finalmente, hace dos meses a una de las parejas le sustrajeron sus prendas de la casa cuyo autor resultó ser la persona que estaba fumigando.
O sea que de 16 personas presentes en esta reunión social, 9 habían sufrido, de una forma u otra, asaltos y robos en la calle o en sus residencias en los últimos meses. Le sugiero que haga usted el mismo ejercicio en una reunión similar.
Pero de todos estos casos, excepto el robo de vehiculo y el de algunos inmuebles, que para fines de seguro usted tiene que reportarlos a la policía, los demás no lo hacen. O sea, hay miles de asaltos y robos diarios que no están registrados en ninguna institución. En el campo, el robo de ganado y de productos en la finca, está al rojo vivo. Ahora les toca el turno a los transportistas de alimentos y mañana no se sabe a dónde llegaremos.
Después de una larga guerra en El Salvador, donde viví casi 4 años, muchos ex guerrilleros y ex militares perdieron su trabajo al pasar a la vida civil. Como no sabían hacer otra cosa que combatir, se convirtieron en delincuentes, pero de una estirpe que aquí ni soñábamos con conocer.
Vi con mis ojos en San Salvador como dos tipos se apeaban de un vehículo delante del mío, en un semáforo congestionado, y le disparaban a la cabeza al conductor de otro vehiculo que estaba delante, para quitarle un reloj, los lentes y la cartera. Tranquilamente se montaron otra vez en su vehículo y salieron disparados en vía contraria. A ver este y otros casos similares, añoraba la época de la guerra porque cuando salía de noche a una reunión social, excepto por los incómodos retenes militares, me sentía mas seguro.
El problema de nosotros es que nos estamos aproximando peligrosamente a ese escenario delincuencial salvadoreño de hace 13 años y que todavía se siente con las MARAS, pandillas de jóvenes que constituyen un peligro tan grande como los delincuentes de la post guerra.
Ya aquí se ven frecuentes asaltos donde para robarte lo que sea, te matan sin pensarlo. Igualmente grave es la desaparición de niños de la calle que son prostituidos o convertidos en delincuentes, donde su familia vuelve a verlos cuando están muertos en un tiroteo. La conversión de la isla en una importante vía para el tráfico de drogas, donde aviones con grandes cargamentos, aterrizan en carreteras sin ser detectados. En fin, si estamos creciendo y progresando en algo, que todo el mundo siente y percibe, es precisamente en materia delincuencial, porque los demás crecimientos nadie los digiere.
Muchos piensan que nuestros ex guerrilleros son los deportados que vienen de Estados Unidos, con amplia experiencia en estos menesteres. Y eso puede ser parcialmente cierto. Pero también está envuelta gente que nunca ha ido ni al aeropuerto.
La pregunta es, qué hacer para enfrentar este gravísimo problema. Y si hay algo que hacer, hacerlo rápido. Lo primero, es reconocer que no estamos preparados para afrontarlo solos. Ya el Secretario de Interior y Policía ha señalado varias veces, con la franqueza que lo caracteriza, que nuestro cuerpo del orden tiene serios problemas para cumplir sus tareas mínimas. O sea, la ciudadanía está a la intemperie en materia de seguridad.
Ante esta realidad hay que buscar ayuda externa. Recuerdo que al final del mandato del Presidente Hipólito Mejia y también cuando el Presidente Leonel Fernández se refirió al tema, se mencionó la posibilidad de contratar a la empresa del ex alcalde de Nueva York, Rudolf Giulliani. Este señor, durante su gestión al frente de la alcaldía de dicha ciudad, redujo sustancialmente la delincuencia, que era una de las más peligrosas de Estados Unidos.
Sea esta u otra la vía para comenzar a lidiar contra este gravísimo problema, el Gobierno y la sociedad civil deben actuar ya porque nuestra fama delincuencial se extiende como pólvora a otros continentes. Como diría nuestra amiga, Ojo Pelao con eso, que esto huele mal, muy mal.