Olga Kern emociona en un magnífico recital

Olga Kern emociona en un magnífico recital

El piano, elemento protagónico en una escena sin artilugios, recibe   a la intérprete y entre ellos se produce el sortilegio, emana entonces la música, creando una atmósfera mística, comunión entrañable entre  compositor e intérprete.

No hay nada más, no hay posibilidad de subterfugios, sólo hay arte, arte musical en su más excelsa y sublime expresión. Tras las primeras notas arrancadas al piano por Olga Kern, el público, absorto, se envuelve en la magia sonora, e igualmente  absorto, recibe y devuelve las emociones.

La presencia escénica de la artista, su hermosa y elegante figura, denotan una gran personalidad que se transforma en  feroz e implacable poder cuando pone sus dedos sobre el teclado.

El repertorio

Desde los primeros acordes de “La ricordanza”,  de Carl Szerny, Olga Kern muestra talento, sensibilidad, técnica de excepción y energía, a lo que podríamos agregar un gran carisma.

El recital continúa con las variaciones sobre un tema de Paganini, de Johannes Brahms. El lenguaje musical, de mucho contenido, es devuelto en una interpretación nítida, muy elaborada en todo su contexto melódico  y poético.  La pianista muestra gran virtuosismo, colorido, firmeza y nitidez aún en los pasajes más plagados de notas.

En la Sonata No. 2 de Rachmaninov,  Olga Kern muestra una briosa dignidad desde el “Allegro Agitato” hasta el lírico crescendo del tercer movimiento. Sin decaimiento de la fuerza, ella asume con gran sutileza los pasajes más tiernos,  en una formidable dialéctica entre la naturalidad de su técnica y su sensibilidad traducida en pasión. Hay una excepcional simbiosis entre la temperamental pianista y el compositor, ambos rusos, lo cierto es que percibimos una emoción especial al interpretar su obra.   Rachmaninov decía: “mi música es el producto de mi temperamento, por eso es música rusa”.

El excepcional  virtuosismo y la destreza de esta joven pianista motivó a que el público la  aplaudiera y aclamara  sin cesar.

Final

El cierre del programa no pudo ser más espectacular: la interpretación de la Rapsodia Húngara No.2, de Franz Liszt, hizo vibrar a los presentes. Olga Kern de nuevo  muestra su virtuosismo, impecable en el teclado, asume pasajes con  originalidad y enfoques novedosos.

La belleza de la conocida rapsodia tiene el poder de hechizar a todos y en ese estado de poseso el público aplaude eufórico, una y otra vez, el “encoré” no se hace  esperar. Una maravillosa noche para celebrar  el 36 aniversario del Teatro Nacional.

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