Oliver Luciano, nativo de San Juan de la Maguana, al sur del país, quien obtuvo el título de doctor en Medicina magna cum laude, en la Universidad Autónoma de Santo Domingo -UASD-, es fiel ejemplo de que con empoderamiento, dedicación y sacrificio se pueden lograr los propósitos y las metas deseadas en la vida.
Culminó sus estudios en el año 2013 con una puntuación de 90.5, hoy a sus 32 se ha especializado en medicina interna en el Hospital Docente Padre Billini y su meta es seguir estudiando y apostar siempre a la excelencia.
Recientemente concursó en el Ministerio de Salud Pública para optar por una plaza que le permita formarse como internista-nefrólogo, donde obtuvo una de las calificaciones más altas: 202.75 puntos.
A pesar de su pasión y vocación por servir, la medicina no siempre fue su primera opción, quiso formarse como militar, pero muy pronto descubrió que no era lo suyo y decide matricularse en la Escuela de Medicina de la UASD.
“Decidí estudiar medicina por la gran afinidad que tuve en la escuela con las ciencias naturales, medicina no fue mi primera carrera elegí la carrera militar pero luego de un mes y pico de enfermarme decidí irme por el área de la salud y así encontraba una carrera que podía relacionarse con mi afinidad con las ciencias biológicas y contacto con la gente”, dice.
Para cumplir sus metas Luciano tuvo que hacer grandes esfuerzos desde estudiar hasta altas horas de la noche, estar lejos de su núcleo familiar hasta renunciar a las actividades de diversión propia de la juventud.
“En la universidad estudiaba muchas horas al día, consultaba muchos libros en la biblioteca, tenía que graduarme, el fracaso no es una opción para mí, salía siempre a las 10:00 de la noche y como siempre les explicaba a muchos amigos míos cuando se estudia se refuerzan los conocimientos, eso sumado al hecho de que veía una materia aprobada como una materia menos para acercarme a mi meta”.
En la piel del doctor. Y es que aunque todos hablan de lo sacrificada que es la vida de un médico, hay que estar en la bata blanca para entenderlo. El joven galeno asegura que “formarme como médico fue muy extenuante porque había muchas cosas que sacrificar (eliminar vida social, pasar malas noches, o incluso perder amistades ) “es una carrera de resistencia no de velocidad salí dos años después de lo que me correspondía por problemas en las proyecciones de las materias y cosas del sistema pero siempre hay que persistir”, explica.
La disciplina es fundamental. Hacer una carrera universitaria en nuestro país sobre todo cuando se viene del interior es muy duro, y para el doctor Luciano no fue diferente.
Cuenta que sus años de universidad fueron con altas y bajas muchas veces no habían materias o debía ir lejos a tomar clases y en ese transcurso aprendió que el mejor atributo que se puede tener es la disciplina, “si las cosas fueran fáciles todos las hicieran”, dice.
“Mi familia fue quien costeo mis gastos durante mi época de universidad, porque un estudiante de medicina no puede trabajar y todas esas circunstancias fueron retos que tuve que superar”, explica.
¿Ser el mejor en clases es garantía de éxito? No, no lo es, eso depende de muchos factores como: vocación, y disciplina, hay gente académicamente no muy buena pero con una disciplina inquebrantable, responde Luciano.
Su visión de un buen médico. El joven doctor entiende que además de vocación y dedicación, su rol es dual en la sociedad: debe ser agente de salud y a la vez promover la prevención.
La Salud en el país. Dice que actualmente la situación del sistema de salud en la República Dominicana es muy compleja, por un lado tenemos una población de médicos que no poseen empleos y con salarios no muy competitivos con relación a otros oficios.
Pero además una población con un nivel bajo de educación, lo que dificulta la comunicación médico paciente, y como consecuencia la ejecución de un buen tratamiento.
Aún así Oliver Luciano está convencido de que hace lo que ama, porque le da la oportunidad de poner en práctica lo aprendido a favor de la salud de la gente.