“Olivia y Eugenio”: el amor más allá de la razón

“Olivia y Eugenio”: el amor más allá de la razón

Carmen Heredia de Guerrero
Especial para HOY/¡Alegría!

La obra del autor peruano Herbert Morote, “Olivia y Eugenio” es de esas piezas teatrales que difícilmente pueden ser olvidadas; el simple hecho de que uno de los protagonista sea un joven con síndrome de Down, no un actor encarnando a un discapacitado, es una novedad, un caso inédito en la escena, hasta donde tengo conocimiento. La “fábula” de Morote, desde la perspectiva teatral “serie de hechos que constituyen el elemento narrativo de la obra”, nos presenta a una familia integrada por una madre con una enfermedad terminal y un hijo dependiente con síndrome de Down.

Cuando la madre, con gran ternura, se complace en señalar que escogió para su hijo el bello nombre de “Eugenio” haciendo honor a Eugenio Ionesco y a Eugenio O’Neill, nos remite al teatro, al absurdo, al distanciamiento, pero esto es solo una referencia, porque Morote consigue implicarnos emocionalmente en este intenso drama.

La relación madre e hijo es profunda, las limitaciones del hijo crean una dependencia vital. Durante el desarrollo de la acción, conocemos la vida accidentada y la fortaleza de esta mujer que la lleva a preguntarse ¿Quién es normal en esta vida?, su lucha, abnegación y sacrificio la convierten en una especie de “Madre Coraje”.

Cecilia García y José Ricardo Gil Ostreicher logran una unidad entrañable. La capacidad de introspección mostrada por la actriz en sus dilatados soliloquios, le permite proyectar el personaje en sus diferentes matices: angustia, dolor, desencanto, impotencia, pero sobre todo el amor maternal, más allá de todo razonamiento, son sentimientos expresados con una carga de dramatismo conmovedora.
José Ricardo Gil, simplemente nos sorprende, es él, y el personaje, y además muestra un buen sentido del ritmo y el movimiento en su pasaje bailable.

El clímax llega en el momento en el que, consciente de su próximo final, Olivia no siente temor por ella, sino angustia infinita al pensar en el desamparo en que quedará su hijo, y entonces en un acto irracional, planifica suicidarse junto a él. Pero la ingenuidad y bondad de Eugenio, su entusiasmo ante la posibilidad de pasar unas vacaciones, juntos en la playa, trastornan sus planes y la hacen desistir de ellos.

La gran personalidad y presencia de Cecilia García se señorea en un espacio escénico exquisito, de buen gusto, donde cada detalle es un referente, magnífico trabajo escenográfico de Eduardo Lora Bermúdez y Carlos Lora Yunén.

La puesta en escena realista, del director Carlos Espinal, no decae a pesar del extenso texto, y de manera precisa maneja los hilos de la acción, Cada momento es resaltado con las luces precisas y oportunas, diseñadas por Lillyanna Díaz, y la música es otro elemento que enriquece la propuesta.

La obra es una apología de amor que nos hace reflexionar. Les recomendamos a los amantes del teatro asistir a la sala Ravelo y disfrutar de esta excelente obra.

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