Cuando disfrutamos la impactante retrospectiva de Miguel Ramírez, era la
primera vez que recorríamos la exposición de un artista, luego de compartir una visita guiada por el propio artista…
Recordamos que fueron casi dos horas de explicaciones amenas y un tiempo fugaz: atento siempre y meticuloso, nos retornó finalmente al punto de partida, deslumbrados por su generosidad personal y la de sus obras.
Miguel Ramírez, investigador y experimentador incansable, escenógrafo y creador totalizante, es también organizador de exposiciones y curador de sus colegas y amigos artistas… Él acaba de demostrar su dominio en esa tarea particularmente difícil y delicada, presentando en su propia casa y taller de Santo Domingo Este, convertida en galería –y no es la primera vez–, una exposición colectiva original… desde su título “Olla de grillos”. Así él nos intriga, despista, provoca el deseo de descubrir… Sobre todo cuando los expositores son Ernesto Rodríguez, Johnny Bonnelly, Dió-genes Abreu, Ignacio Alcántara y Cayuco, todos reciclando todo…
Citamos los nombres en el orden de colocación de sus obras.
No hay confusión, ni desorden, ni antagonismos… Solamente piezas tridimensionales, de pequeño formato –acorde con los espacios–, sus autores dando curso libre a una fantasía controlada y aprovechando la libertad temática.
Una divertida diversidad caracteriza las piezas, sin que se distingan, como principio rector, los orígenes respectivos de los artistas.
Tampoco Miguel cayó en el criollismo –un absurdo hoy–, y supo hacer una juiciosa (s)elección. Obviamente, a él le encanta la curaduría… ¡hasta el punto de que decidió no exponer!
Los expositores. Agradó mucho volver a encontrar a un Ernesto Rodríguez con su identidad humorística y tierna. Con gaticos chinos (famosos) y perritos juguetones –el diminutivo se impone–, ha escogido el “ready-made”, felizmente alejado de Marcel Duchamp, el ícono hiper-celebrado de la revolución artística. A la ternura y la sonrisa, él agrega la seducción del movimiento. Es un trabajo verdaderamente lúdico –valga la contradicción–.
Dió-genes Abreu, sociólogo y politólogo profesional, establecido en Nueva York – aunque dominicano más presente que ausente–, refleja su definición perenne de compromiso entre tres instalaciones murales, como siempre materiales y conceptuales. Con cierto humor negro, él muele el conflicto israelo-palestino, pieza más conflictiva e interesante. Definitivamente, es un creador polifacético que traduce su pensamiento en expresión visual.
Johnny Bonnelly es el maestro de la exposición, integrando la teoría como elemento necesario y espontáneo. Aquí, su constructivismo contemporáneo, susceptible de crítica y delirio, ironía y atrevimiento, propone obras espectaculares, pese a la pequeña dimensión.
Su sofisticada metáfora de la “Gran Manzana” y el 11 de septiembre obliga a reflexionar e interpretar, mientras otra escenografía, barroca, erótica, burlona, en su marco televisivo, nos remite a un “pop-art” dominicano y a la trivialidad sublimada del objeto.
De Ignacio Alcántara, artista multidisciplinario, nos preguntamos si el “Aprendiz de brujo” no será una versión, algo robotizada, de un autorretrato… aunque más inquieta su otra sátira del cuerpo y de la condición humana en proceso de mutilación y destrucción.
En cuanto a la libélula, es una hermosa visión poética, pero advirtiendo que ni las alas permiten escapar…
¿Cómo definir a Cayuco? Un artista modesto y genial, mal comprendido –para no decir maltratado– en nuestro medio tan primario en arte. Héroe del “arte povera” y del reciclaje, mago de los desechos y fragmentos inservibles, es incontenible en su imaginación y un manejo transformador de los no-recursos.
Consideramos que su fusil –arma letal y mofada– y su aeronave –incapaz de funcionar y contaminar– son las piezas maestras de la exposición, tan insólitas como accesibles a los públicos sin necesidad de explicación.
Conclusión. ¿Qué puede hacer el arte? Nada, responderán… Sin embargo, a pesar de su debilidad ante los grandes poderes y fuerzas depredadoras del ecosistema, los artistas pueden testimoniar y demostrar, a través de la imagen, su compromiso con la supervivencia… y alegrarnos la vida. ¡Así lo logra “Olla de grillos”!