De repente, como impulsado por el conjunto de una magia, el dimitente primer ministro del Estado de Israel, Ehud Olmert, se volvió inteligente y anunció cuando ya no le era posible esta perla:

“Hay que retirarse de Cisjordania si queremos paz con los palestinos”.

Esa ocurrencia “genial” fue externada por Olmert el 29 de septiembre último en Jerusalén, cuando en realidad, una semana antes, el 22 dimitía el mando acusado de una presunta corrupción, cediendo el puesto a la ministra de Exteriores y dirigente de su partido Kadima, la fogosa Tzipi Livni.

Este servidor ha expresado en más de una ocasión que para concertar una paz definitiva, equitativa, honorable y conveniente para las partes litigantes, es menester que concluya la Era Bush.

Además, he insistido que sin los seis acuerdos que exige la Autoridad Nacional Palestina (ANP), máxima conductora del pueblo palestino en su inmensa mayoría en la persona de Mahmud Abas (Abu Mazen), no habrá acuerdo, y sin acuerdo, no habrá paz y sin la fundación formal aceptada por Israel del Estado Palestino, la guerra nunca concluirá.

Jerusalén Este como capital del Estado Palestino, que era parte de Cisjordania hasta que Israel la anexó en la Guerra de los Seis Días de 1967, el retorno a Cisjordania y Gaza de 3.0 millones de palestinos en diáspora, distribución equitativa de las aguas de los cuatro “ríos”, en realidad, arroyuelos de Jordán, Yarmuk, Yarkón y Kishán, fronteras seguras y asentamientos palestinos, son los seis puntos que tendrán que inexorablemente aceptar el Estado de Israel algún día, no importa cuál día, pero todo tiene un plazo y toda deuda se paga. Espero que mi querido amigo Amos Radian comprenda esto.

La reyerta puede ser prolongada con una objeción nueva cada vez por los primeros ministros israelíes, pero el espíritu de la Hoja de Ruta del 15-05-03, cosecha del presidente George Bush Jr. y boicoteada por él mismo, está ahí y en ella yace el Sésamo ábrete de la paz entre los dos hermanos de padre.