Omega que no canta y hace ruido y otros que opinan y no informan

Omega que no canta y hace ruido y otros que opinan y no informan

MIRIAM GERMáN
El caso de la persona que da nombre a estas líneas, en el aspecto legal puede resumirse en una aplicación del artículo 228 del Código Procesal Penal, relativo a la imposición de medidas de coerción, que expresa en su parte final “En ningún caso el juez está autorizado a aplicar estas medidas desnaturalizando su finalidad ni a imponer otras más graves que las solicitadas o cuyo cumplimiento resulta imposible”.

El dictamen de la Procuraduría de la Corte de Apelación, a quien legalmente le corresponde expresar peticiones a la Corte fue: “1ro.  Que declaréis bueno y válido el recurso interpuesto por el imputado Antonio Piter De La Rosa; 2do. 

En cuanto al fondo, declare con lugar, procediendo a sustituir la medida de coerción impuesta de prisión preventiva, mediante resolución 2270-08, dictada por la Oficina Judicial de Atención Permanente, por una garantía económica a través de  una compañía de seguros, ascendente a un millón de pesos (RD$1,000,000.00) y la presentación periódica por ante el Fiscal encargado de la investigación, en vista de los presupuestos depositados en el día de hoy consistentes en el acto de desistimiento de la querellante y un certificado médico legal que establece el tiempo de curación de la víctima”.

Por otra parte, el artículo 89 del Código Procesal Penal le da a la Fiscal Adjunta la calidad de asistente y dentro de esa asistencia puede sostener la acusación, pero quien dictamina es el Procurador Adjunto de la Corte.

Hasta ahí todo debía estar claro, pero he tenido noticias como que una Procuradora Fiscal Adjunta expresa en un programa de los llamados interactivos lo que sería una suerte de conclusiones que la ley en los artículos ya citados no le da calidad para hacer valer en estrados.

He oído infinidad de versiones en medios donde  es notorio que los opinantes ni han leído la decisión, ni se han molestado en tratar de conocer el marco legal, y con esto no estoy diciendo que sólo puede hablar el que sea abogado.

En medio año llego a los sesenta; de esta vida me he pasado poco mas  de la mitad en el aparato judicial, y he aprendido un poco, sólo un poco, a observar “sin fervor, sin asombro” las cosas, y si hay algo a lo que le tengo pavor no es a la crítica sin indagación previa, mas que a ella le temo a lo que sería “justicia por aclamación”, término éste certeramente usado por el Director de un periódico matutino.

No es este el medio para entrar en disquisiciones  sobre el valor del desistimiento de la víctima o si la violencia doméstica es un delito con una configuración propia o un delito de golpes y heridas agravado, ni sobre el síndrome de la mujer maltratada citado por la Procuradora Fiscal Adjunta, aportando como precedente una sentencia de un Tribunal Colegiado, olvidó decir, eso sí, que su cita no tenía ni podía tener valor vinculante. Se refería a una decisión de fondo, donde había una comprobación de un psiquiatra forense que en nada se asemejaba a lo que se estaba tratando. Al señor  Antonio Piter De La Rosa (Omega) no lo  había visto nunca antes, y de él solo tengo el precedente de torturas recibidas por mi sistema auditivo, cuando los nietos de dos amigas del alma, vecinos míos, lo oyen a todo dar. 

Todos los oficios son respetables si están enmarcados dentro de la legalidad y pueden ir desde “cantar” hasta opinar que es diferente a informar, pasando por los llamados disk jockeys, pero cada oficio tiene su diferencia en cuanto a la manera de ser ejercido; por ejemplo, un juez está para aplicar las reglas de juego establecidas en la ley, independientemente de la valoración que le merezca, en su criterio personal, no de juez,  el eventual beneficiario, no aspiro; nunca he aspirado a ser juez-disk jockey.

En este oficio de juzgar he permanecido el tiempo suficiente como para tener un rostro “donde ya el tiempo dictó sentencia” y como no me tinto ni me estiro, los efectos son evidentes, como quisiera que también fuera evidente que como juez decido lo que entiendo que la ley me manda y mi conciencia no reprueba y lo hago aunque el momento puede ser inoportuno, confieso ser un poco sorda para el aplauso y lo suficientemente terca para que no me quite el sueño que éste o aquel con ligereza en un determinado momento me coloque en el reino de los réprobos, eso es parte de un oficio que  si bien me ha expuesto a veces al dolor, otras a la rabia, pero en el que la constante ha sido, como lo es en otros muchos jueces, el asumirlo con respeto y porque no confesar que también con un entrañable amor, si lo dicho o el decirlo me anclan más donde me encuentro, sencillamente no puedo ni quiero ser de otra manera.

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