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Y ya al cierre de nuestra historia sobre la aventura real más arriesgada de la tercera parte del pasado siglo XX, Píndaro nos recuerda que, “durante el 1961, luego de que el gobierno cubano confiscara propiedades, fusilara estudiantes que ejercían su derecho a protestar, y padres de 14,048 niños arriesgaban sus vidas para salvaguardarles, la dura verdad, narrada por la escritora Yvonne Conde y luego por Víctor Andrés Triay –dos testigos vivientes-, y recogida por un reportero del Miami Herald bautizada como ‘Operación Pedro Pan”, se convirtió en una de la mayores gestiones clandestinas conocidas en Cuba hasta la fecha… Más de 200 niños sin padres llegaron semanalmente a Miami y esto, necesariamente creó ronchas en el régimen… Crecieron incondicionales células de gestión y apoyo y un complejo entretejido de contactos que interesó a embajadas amigas y parte de su personal, mientras en Estados Unidos la figura del sacerdote Bryan Walsh motivaba sus ideas y concienciaba a importantes estamentos de poder, interesando y comprometiendo a tres importantes instituciones: Beneficencia Católica, Buró Protestante de Servicio a los Niños y Beneficencia Judía para las Familias y los Niños, comprometidos con el cuido de los niños una vez en territorio norteamericano”… “Lo que tú no sabes, Píndaro –comenta Herminio-, es que una de sus grandes amistades cultivadas por él en esa época –José de Armas –nuestro querido Geo, entregó su alegre personalidad a la causa a través del departamento de Ayuda a los Cubanos Entrantes, mientras ayudaba con sus contactos y presteza a colocar unos 23 niños en Omaha, Nebraska, y coordinó para que muchos de esos niños, al alcanzar sus 18 años, tuvieran la oportunidad de entrar a formar parte de la fuerza laboral de la organización Disney, en Orlando, Estados Unidos”.
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“Hoy, luego de más de 60 años, -continúa Herminio-, esta historia debe quedar como ejemplo de la mayor lucha llevada a cabo ante uno de los regímenes autoritarios de Latinoamérica y del resto del mundo… Más de una treintena de los 14,048 niños rescatados de la férrea dictadura castrista ya han encontrado su descanso eterno, pero el resto aún sigue siendo testigo de esta aventura… Según el recuerdo de poco más del 70% de ellos –entre los que se encuentra mi consuegro José Luis-, el secreto de las gestiones llevadas a cabo por sus padres para permitirles salir de la isla cuando la mayoría aún contaba entre los 8 y 17 años de edad, la mitad de ellos solos, o en compañía de un hermano o hermana y sin hablar “ni papa” de inglés, les fue contado luego en detalle… Cerca del 90% fue ubicado en campamentos especiales y no necesariamente unidos a sus compañeros de viaje, hasta que pudiesen ser enviados a destinos que les servirían hasta llegado el día de encontrarse de nuevo con sus padres y demás familiares… Los estados que les dieron mayor acogida fueron: California, Colorado, Kansas, Florida, Michigan, Montana, Nebraska, Nuevo México, Nueva York, Ohio y Texas… Sus raíces fueron tan sólidas que, aún después de los años, casi ninguno de ellos olvidó su idioma original y sus hijos lo han preservado… Luego de desarrollarse en el exilio, nunca pusieron en duda que sus padres hicieron lo correcto en salvarles del calvario que el régimen quería someterlos anulándoles su libertad”.
“Cerca del 80% de los ‘Pedro Panes’, se han seguido sintiendo ‘cubanos’ y han preservado sus recordadas tradiciones de la niñez –acota Píndaro-… Para la mayoría de ellos, la experiencia de haber sido obligados a ser refugiados en tierras extranjeras, ha tenido un impacto positivo en sus vidas y se sienten satisfechos con la vida que han ganado en todo su crecimiento porque tienen plena convicción de que sus vidas jamás hubiesen sido las mismas de haberse quedado en Cuba, pues nunca serían las mismas personas, ya que la educación requiere del poder tener acceso a múltiples vías de información para satisfacer cualquier curiosidad intelectual, situación que no es tal bajo el actual régimen y hoy, en el exilio, han podido realizarse… Nunca cuestionaron las decisiones de sus padres, porque –según testimonia la autora Conde-, ‘me dieron opciones’… ¡Esta historia, de larga data –exclama Píndaro-, aún no llega a su final, porque sólo la historia nos contará sobre el día en que las generaciones actuales puedan volver a sus raíces en condiciones de plena libertad!”.