La planificación

Editorial
Si en nuestro país se planifica el porvenir, no lo advertimos.
Es muy posible que los políticos que han pasado por la dirección de la nación en los últimos 50 años respondan que sí, que hay planificación y que cada uno de ellos hizo un aporte importante. Y citarán, por ejemplo, la Estrategia Nacional de Desarrollo.
Pero los ciudadanos leemos, buscamos, miramos, escuchamos y no encontramos informaciones válidas y ejecuciones sobre planificación en el tránsito público, en el sistema vial, en la construcción de presas grandes, medianas y pequeñas, en el campo de la salud, en la educación, en la agropecuaria, en la salud pública, en la seguridad social, en la construcción de viviendas para sectores vulnerables y un largo etcétera.
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Lo que sí hemos visto en estos 50 años son muchas reacciones ante situaciones de hecho, ante calamidades, ante protestas públicas, reclamos y casos similares. Algunos expertos han dicho que nuestros gobiernos son reactivos, muy a pesar de que la opinión pública local no es muy escuchada.
Esta ausencia de planificación nos ha llevado a tener un país caótico. Incluso, los polos turísticos, que debieran tener el mayor cuidado posible, el mayor orden, son víctimas de esta falta de planificación. El dominicano, acostumbrado a lo que vive cada día, es posible que no advierta esta realidad, pero el turista que nos visita y que viene de ciudades organizadas, normadas, planificadas, sí lo ve y hasta lo sufre desde que llega.
En los años 70 y 80, la Oficina Nacional de Planificación elaboraba unos documentos gruesos llamados Plandes o Planes Nacionales de Desarrollo. Estos libros gruesos contenían el fruto de un trabajo arduo de especialistas que miraban y estudiaban con atención todos los sectores del país y estimaban los comportamientos futuros y sugerían metas, prioridades y estrategias a seguir. Además de observar el conjunto y describirlo, levantaban estudios y sugerían acciones sectoriales en áreas como la educación, la salud, la infraestructura, el comercio y la agropecuaria, etcétera.
Tenemos que rescatar esta manera de trabajar, de gobernar. Hay que mirar el futuro a partir del comportamiento del presente para que nuestra sociedad sea ordenada, humana, útil, eficiente y admirada por los que vivimos aquí y por los que vienen a disfrutar de las bondades que Dios nos ha donado.