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Guardianes de la verdad Opinión

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Sus cuatro amigos seguíamos el relato que nos hacía sobre la conversación que sostuvo con la dependienta, mientras esperaba la pizza que había pedido.

-Le dije que era una mujer muy hermosa, y cuando manifestó que me agradecía la mentira galante, afirmé que era una de las grandes verdades que había pronunciado en mis años de vida.

-Lo hiciste muy bien- expresó uno de los contertulios- porque en las mujeres el corazón y el oído son vecinos muy cercanos.

-Avalando lo que afirmas, ella comenzó a lanzarme miradas cargadas de coquetería, a tal grado, que sentí que las orejas se me calentaban.

-¿Las orejas solamente?- preguntó el más mujeriego del grupo.

– No relajes- respondió el interpelado- porque la cosa no paró ahí, pues al decirle que tenía cara y edad de soltera, indicó que tenía veintidós años, era casada, pero que esto último era como si no lo fuera.

-¿Lo dijo porque estaba separada del marido, porque le gustaste, o por ambas razones?- pregunté, intrigado.

-No podría responderte con certeza- señaló- pero de inmediato afirmó que su esposo era el hombre menos celoso del mundo, y que la quería tanto, que estaba segura de que si se enteraba de que le había sido infiel, ni la regañaría.

-Una prostituta no te la hubiera puesto tan fácil- afirmó el mujeriego, con expresión morbosa en el rostro, que luego se transformó en curiosa.

-Estás equivocado, porque si hubiera sido así me habría hecho después una proposición directa, o habría confesado que alguna vez incurrió en adulterio, pero no hizo nada de eso.

-¿Esperabas que te invitara a un motel, con nombre comercial y del propietario, dirección, y precio de las habitaciones?- pregunté, provocando un coro de carcajadas, con la única excepción del narrador, quien permaneció impasible para luego continuar su exposición.

-No me siento mal por no haber ido más allá en esa situación, porque no hay que hacerle a otro lo que no quieres que te hagan a ti; es mejor la tranquilidad por una buena actuación, que el placer pecaminoso y breve de una adúltera relación íntima.

Ha transcurrido más de diez años de aquella reunión, y todavía el mujeriego no llama por su nombre al personaje principal de esta historia.

Lo cambió por el mote de “el pariguayazo buenón”.

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