Rafael Molina Morillo – Mis buenos días
La anécdota cuenta que una noche, ya a punto de cerrarse la edición del periódico donde Rafael Herrera era Jefe de Redacción, estalló un incendio en la vecindad. Raudo y veloz un reportero fue al lugar del siniestro y cuando regresó al periódico para escribir su crónica, Herrera le conminó a que, en vista de lo avanzado de la hora, redactara la noticia «rápido y breve».
«Si es rápido respondió el reportero , no puede ser breve; y si es breve, no puede ser rápido».
La historia me la contó el propio Herrera, dándole la razón al periodista y rememorando aquello de «te escribo largo porque no tengo tiempo para escribirte corto».
Esta anécdota me vino a la memoria en ocasión de lo que está ocurriendo con el famoso rockash. Ahora resulta que los análisis que hicieron los laboratorios dominicanos y que indicaban una excesiva presencia de elementos tóxicos en el susodicho material, no les inspiran confianza a las autoridades nacionales, que prefieren aceptar los estudios mandados a hacer en el extranjero, los cuales aseguran que allí no hay ningún peligro tóxico.
Copiando la logística de la anécdota, podríamos decir que «si lo dijo un laboratorio extranjero, no es tóxico». O mejor así: «Si lo dijo un laboratorio criollo, no puede ser confiable; y si es confiable, el laboratorio tiene que ser extranjero».
Y en otro enfoque: «Si detrás del rockash hubo negocio turbio, no habrá sanciones; y si hay sanciones, no serán para los pejes gordos».