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Guardianes de la verdad Opinión
Dayanara Reyes Pujols

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En la República Dominicana atravesamos nuevamente un estado de alerta roja por las condiciones del tiempo. Y, como tantas veces, lo que debería ser una respuesta organizada, preventiva y sensata, termina convirtiéndose en un caos innecesario que pone en riesgo la seguridad de muchos. La falta de previsión no es solo un problema meteorológico, es una muestra clara de la ausencia de algo que debería ser lo más básico: sentido común.

En la mañana del viernes, miles de padres llevaron a sus hijos a la escuela, solo para que, unas horas más tarde, les pidieran recogerlos apresuradamente. Lo mismo pasó con trabajadores que acudieron a sus empleos bajo la presión de no perder su sustento, aun sabiendo que exponerse en medio de lluvias y calles anegadas era un peligro latente. ¿Era necesario todo este movimiento inútil, cuando desde el día anterior ya se tenían proyecciones claras del mal tiempo?

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Lo que más preocupa es la cadena de decisiones —o mejor dicho, de indecisiones—. Las autoridades, tanto públicas como privadas, tardaron demasiado en emitir lineamientos. Se reaccionó tarde, y cuando eso pasa, lo que debería ser una medida preventiva se convierte en un remedio a medias. Y mientras tanto, la gente, atrapada en medio, queda sometida a la angustia de decidir entre proteger su seguridad o cumplir con responsabilidades que no se ajustan a la realidad de la emergencia.

El sentido común no debería ser un lujo, ni una cualidad opcional en quienes toman decisiones. El sentido común dicta que, si se prevén fuertes lluvias e inundaciones, lo primero es proteger a los más vulnerables: los niños, los ancianos, los trabajadores que dependen del transporte público. Dicta que las medidas deben comunicarse con tiempo, de manera clara y uniforme, para evitar confusión, improvisación y pánico. Dicta, en resumen, que la vida humana está por encima de todo.

Pero lo que vemos con frecuencia es un patrón que se repite: improvisación, contradicciones y un silencio que pesa más que la tormenta. Y mientras las autoridades titubean, los ciudadanos se ven obligados a asumir riesgos innecesarios.

Aquí no se trata de criticar por criticar; más bien, de asumir que necesitamos cambios urgentes en nuestra cultura institucional. La planificación debe ser la norma, no la excepción. Las emergencias no se enfrentan con buenas intenciones, es con protocolos claros y decisiones oportunas. Y esas decisiones deben considerar la realidad de las familias dominicanas, que no siempre cuentan con alternativas de movilidad ni con redes de apoyo.

El llamado es claro: necesitamos más coherencia, más seriedad y más sentido común en la gestión de situaciones de emergencia. No se trata de generar miedo, se trata de dar certezas. No se trata de paralizar el país a la ligera; más bien, de proteger lo que más importa: la vida.

Porque ya basta de improvisar. Ya basta de actuar tarde. Ya basta de dejar en manos de la gente decisiones que corresponden al liderazgo institucional. Si el gobierno y las instituciones no son capaces de anticiparse con medidas claras, firmes y oportunas, entonces no están cumpliendo con su responsabilidad más elemental: cuidar a los ciudadanos.

El sentido común debería ser la brújula de quienes dirigen este país. Hoy, con la lluvia encima, lo que se siente es que esa brújula está perdida. Y eso, señores, no es un error menor: es un peligro que no podemos seguir tolerando.

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Dayanara Reyes Pujols

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