Los médicos y el Gobierno se necesitan mutuamente; aquellos porque componen gremialmente una masa que se hace sentir tanto para sanar y salvar vidas como para demandar respeto a sus derechos; y el Ministerio de la Salud Pública porque sin la buena voluntad y profesionalidad de sus asalariados asistenciales, importantes metas y programas de salubridad tendrían comprometidos sus éxitos en perjuicio de la población. Como recurso humano, la importancia de la clase médica dominicana es del más alto nivel. Sin ella, y sus auxiliares, este país no hubiera sido tan eficiente en combatir y superar la covid-19. Muchos de ellos enfermaron y hasta pagaron con sus vidas el desvelarse por el prójimo. Médicos y autoridades hicieron triunfar una armonía de tangibles frutos para la sociedad a la que se deben.
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De esa capacidad de entenderse con autoridades y marchar hombro con hombro con ellas, sin que el Colegio Médico renuncie a sus principios ni a los legítimos objetivos de trato digno para el ejercicio de la medicina, surge el convenio de crear nuevas plazas con remuneraciones y lineamientos administrativos adecuados que, entre otros excelentes resultados, favorecerán la permanencia y calidad de auxilios y atenciones especializadas en sitios distantes. Se haría menos imprescindible viajar hacia la congregación de excelencias sanitarias en Santo Domingo y Santiago. Extender los beneficios de la ciencia médica hacia provincias es una conquista para la nación.