Oportunidad para Leonel y
el PLD ¿y para el país?

Oportunidad para Leonel y<BR>el PLD ¿y para el país?

RAFAEL ACEVEDO
En otro lugar me he referido al peligro consignado en la dominación ejercida por un gobernante con condiciones de líder que, en una situación tan complicada y riesgosa como la que se encuentra el país, no tenga una visión y un proyecto de Nación, y que en lo personal carezca de un proyecto espiritual, o por lo menos, un esquema de vida que de un modo definido, incluya una hoja de ruta de autorrealización espiritual y un mínimo de amor y temor de Dios.

Parece claro que J. Balaguer, habiendo tenido numerosas oportunidades para evitar muchas de las calamidades que hoy estamos padeciendo, pensó mucho más en su proyecto personal que en el destino de la Nación. Creo que nunca consideró que alguna vez tendría que rendirle cuentas a alguien; ni al estúpido mito de la diosa Historia, erigido al ego enfermizo de los que sueñan con una falsa inmortalidad; ni tampoco al Dios creador y juez de toda criatura.

Siento temor de que dentro del actual proceso de globalización, regido por inmisericordes fuerzas oligopólicas, los países o sectores de países que se queden a la saga, queden progresivamente excluidos, apartados en guetos, a un lado de la civilización, sin las idílicas ventajas de una vida tribal, sino que en un híbrido macabro de subdesarrollo con degradación y olvido, como la España Boba, pero con el enorme resentimiento de dejar de ser parte de aquello que, aún habiéndonos descartado, continúa pateándonos en el hígado con perversas invitaciones a satisfacciones a los que ya jamás accederemos.

Quisiera pensar, como miles de dominicanos, que eso no puede suceder porque vendrán enseguida los marines, la ONU, o la OEA a salvarnos. O que llegarán las ONG, como pretenden con Haití, a aliviar nuestra desgracia. Pero ¿tendrá el mundo capitalista las posibilidades o siquiera el sentido de solidaridad que hasta ahora? Porque si no es así (y es muy probable) entonces no podemos seguir creyendo que no importa lo que hagamos o dejemos de hacer, de todos modos seremos invitados a la fiesta de los vencedores en el proceso de competición que rige el sistema.

Leonel y el PLD tienen mucha probabilidad de continuar por varios períodos: han demostrado dominio de lo político y lo público; tienen organización y saben manejar con impunidad los recursos del Estado. Tienen agallas y cara firme; mientras sus oponentes tienen recursos tácticos restringidos y es dudable que les enrostren delitos que ellos también han cometido; tampoco les será fácil desarrollar credibilidad y liderazgo suficientes para enfrentar al grupo gobernante. Quiera Dios que no sea el caso, porque lo sano para el país es que la oposición desarrolle líderes y conformaciones políticas mejores, con verdadera vocación de poder.

Los inversionistas apuestan a Fernández y el PLD, quienes tienen gran oportunidad de trabajar con un buen margen de tranquilidad, a menos que insistan el los muchos desaciertos que están cometiendo. Dicho margen les permitiría, si lo desean, desarrollar un verdadero Proyecto Nacional, y no sustentarse en la demagogia y el soborno, ni en el personalismo prefabricado, comercializado por pseudocomunicadores asalariados. Sino que, por el contrario, desarrollasen una visión original, alternativa, hasta lo posible, al fondometarismo, que incorpore propuestas de Danilo Medina y de otros sectores; que no se enfoquen en una presunta gobernabilidad que a priori descalifica sanos ideales y aborta alternativas idóneas; ni se embelesen con la añorada placa de Profesor Emérito en un “hall” universitario de la Ivy League, ni con el inútil mito del Tribunal de la Historia, en el cual nunca ha creído la inexorable aplanadora de las transnacionales.

El país puede tener una gran oportunidad en el presidente Fernández y en buenos hombres que todavía quedan en el PLD. De no ser así, que Dios nos envíe un mejor viento.

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