Oportunidad para rectificar

Oportunidad para rectificar

La reciente violación constitucional cometida al aprobar por mayoría simple las observaciones del Poder Ejecutivo a la Ley Orgánica del Consejo Nacional de la Magistratura, obliga a advertir que no se incurra en igual atropello al sancionar las observaciones del Presidente  a la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional.

El pasar por alto deliberadamente el  Artículo 112 de la Constitución, que dispone que las observaciones del Ejecutivo a las leyes orgánicas deben ser sancionadas por las dos terceras partes de los legisladores presentes en la sesión que las conozca, obliga a estar vigilantes ante la posibilidad de que se repita esta línea de conducta.

Parece existir la intención expresa de sancionar las observaciones a la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional con el mismo procedimiento que violó la Constitución en el caso de las observaciones a la Ley Orgánica del Consejo Nacional de la Magistratura. De hacerlo así, los legisladores incurrirían en una agresión sistemática contra la institucionalidad del país.

La sensatez debe imponerse a todo interés de grupo, a toda tendencia a preparar el terreno para manipular las composiciones del Consejo Nacional de la Magistratura y el Tribunal Constitucional.  Los legisladores tienen la oportunidad de evitar recurrir nuevamente a prácticas censurables.

Un híbrido de progreso y atraso

Los matutinos  El Día y  El Caribe publicaron ayer en portada sendas fotografías deprimentes, que revelan el estado de nuestra educación en pleno siglo 21. El primero muestra una de las ranchetas que alojan la escuela Narcizo González, de El Tamarindo, Los Alcarrizos, y el segundo exhibe el destartalado camión que sirve de medio de transporte, con todos los riesgos imaginables, a los estudiantes de San José de los Llanos, en San Pedro de Macorís.

Estas fotografías son componentes del híbrido de progreso y atraso que coexiste en nuestro país. Por un lado, una pujante economía y por el otro una misérrima infraestructura escolar. Por un lado, un modernísimo Metro que avanza hacia su segunda línea, y por el otro un camión de carga inapropiado para el transporte de escolares. En ese híbrido están inscritas las características de una sociedad que no tiene forma de disimular sus niveles  de exclusión.

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