Oportunidades irremediablemente pérdidas

Oportunidades irremediablemente pérdidas

En nuestro país, la desidia o tal vez el miedo acumulado durante los treinta y un años de terror que vivimos durante la denominada Era de Trujillo, al parecer han impedido que personeros señeros, asesinos confesos y probados, hayan residido entre nosotros y lo más inusual, murieron en sus camas, sin que los familiares de las víctimas o las autoridades se hayan molestado en interrogarlos para determinar acciones criminales cometidos por ellos que hasta ahora han quedado impunes.

Escribimos lo anterior, a propósito del suicido del ex-coronel Luis José León Estévez (a) “Pechito”, primer esposo de Angelita, la hija mimada del mal llamado “Jefe”.  Según el secretario particular de Ramfis Trujillo, César A. Saillant Valverde, el jefe de la Policía Nacional, coronel Marcos Jorge Moreno entregó al coronel Disla Abreu, chofer de Ramfis, por orden verbal suya, a los implicados en la ejecución de su padre, Modesto Díaz, Luis Manuel Cáceres Michel (Tunti), Salvador Estrella Sadhalá, Pedro Livio Cedeño, Huáscar Tejeda y Roberto Pastoriza, los cuales fueron trasladados a la Hacienda María, en la provincia de San Cristóbal.  Allí, en presencia de Pechito, Disla Abreu, Sánchez Rubirosa (Pirulo) y Dante Minervino (uno de los asesinos  de las Hermanas Mirabal), fueron fusilados y sus cadáveres llevados a un sitio desconocido. Con la desaparición física de Pechito, se esfumó la posibilidad de localizar el lugar donde fueron depositados los cadáveres o la confirmación de versiones, que fueron lanzados al mar para que sus cuerpos fueran pasto de los tiburones.

Este Pechito vino al país a raíz de la prescripción de su condena en contumacia por diferentes asesinatos cometidos cuando era el amigo predilecto de su cuñado Ramfis Trujillo.  Se casó con una antigua ex-novia de la cual posteriormente se divorció y asistía regularmente a la misa que ofrecía el padre Marcial Silva en Arroyo Hondo, llegándose a afirmar que hasta  se hizo diácono. Si los familiares de los ajusticiados y de otros más, que este sádico y funesto personaje envió al más allá hubiesen tenido interés en saber el destino de los cuerpos, lo tenían como se expresa el vulgo, a boca de jarro.  ¡Pero no!  Dejaron que la subconciencia  lo corroyera, sobre todo, después de haber leído lo que de él escribió Angelita y optó, como todos los cobardes, por suicidarse.  Así se perdió de primera mano  su versión de los hechos.

Algo similar ocurrió con el general Fernando A. Sánchez (Tunti), el cual, inexplicablemente fue traído al país por una prominente familia a la cual la tiranía le había matado el benjamín, sin que nadie molestara a este “cachanchán” de Ramfis y que también sabía del paradero de alguno de los héroes de la Raza Inmortal y otros que valerosamente enfrentaron el régimen de fuerza que nos gobernaba.

Personajes miembros del Servicio de Inteligencia Militar (SIM), después de transcurridos unos años retornaron al país y no fueron objeto de represalias.  Tal fueron los casos de  Peña Rivera, Cambiaso, Dante Minervino, Cholo Villeta, coronel Octavio Balcácer, Rodríguez Villeta, Roberto Figueroa C. y los tenientes Clodoveo Ortiz y Báez y Báez.  Si los cadáveres y la ubicación de los lugares de su destino final no fueron descubiertos, gran culpa es de los familiares y allegados que a su debido tiempo no obligaron “manu militari” a estos confesos asesinos a que les señalaran dónde fueron enterrados o si fueron lanzados al mar.  

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