– Quienes conocen al expresidente Hipólito Mejía estarán de acuerdo conmigo en que la palabra hiperactivo describe a la perfección una faceta de su personalidad, aunque no sé si también estarán de acuerdo en que igualmente describe su comportamiento público de las últimas semanas, en las que se le ha visto “tirado a la calle del medio” y desplegando un activismo al que analistas y observadores solo le encuentran una explicación posible: su decisión de volver a buscar la nominación presidencial en el 2020. ¿Demasiado pronto para candidaturas? Es probable que si, sobre todo cuando se piensa en todo el tiempo que falta, pero el expresidente, de formación campesina, cree en aquello de que al que madruga Dios lo ayuda, sobre todo a los hombres de trabajo, por lo que anda de aquí para allá y de allá para acá visitando altares, dando declaraciones o enviándole cartas al presidente Danilo Medina; en fin, posicionándose, como dicen los sociólogos y expertos en marketing político. Por eso, el extranjero que en estos días lee la prensa dominicana puede llevarse la impresión de que Hipólito es el líder de la oposición, pero de una oposición consecuente y moderada, casi próxima al gobierno, al que trata con piropos y guantes de seda, lo que contrasta notoriamente con las duras posiciones asumidas por la dirección del PRM y su excandidato presidencial, Luis Abinader. Estamos, por si todavía no se han dado cuenta, ante una oposición bifronte, con dos caras, dos cabezas y dos liderazgos que parecen pensar y actuar de manera diferente, como dos líneas paralelas que nunca van a encontrarse. Por razones obvias, en el gobierno y en el PLD celebran gozosos esa dicotomía tan políticamente conveniente, pues provoca desconcierto y confusión en el electorado, que por instinto natural sabe que una oposición con dos cabezas que piensan tan distinto se divide o no va para ninguna parte.