Oposición rencorosa

Oposición rencorosa

MANUEL A. FERMÍN
No obstante haber quedado el país “patas arriba” con las finanzas públicas evaporadas durante la atormentada anarquía de la hacienda pública, ahora resulta que “e’pa’ trá que vamos!”.  Parece que entramos ya en el proceso efervescente de conducta típica del sectarismo partidarista que se señorea en el aridísimo terreno del quehacer electoral dominicano.   Y en este espacio las ventajas del perredeísmo son verdaderamente amplias. Obsérvese como encuentra eco el “estado de bienestar que sintió el pueblo dominicano”, y hasta sus líderes espirituales, cuando manda el país el Partido Revolucionario Dominicano.

Esta militancia puede darse el lujo de esperar que arriben al gobierno sus opositores a recoger y ordenar los platos rotos por ellos; después del sacrificio y el esfuerzo de otros, el pueblo, nublado, proverbialmente olvidadizo, vuelve a premiarles para caer en lo de siempre: el manejo demencial del Estado; como un verdadero manicomio administrativo.

La única vez que esta agrupación política ha recibido la “cosa pública” en malas condiciones fue precisamente cuando heredó un gobierno de sus propios dirigentes.

Nada importa de los extravíos hacia el prevaricato y el testaferrato; lo que se acostumbra con mal velado disimulo es que las decisiones “se hacen a la franca”, como es la expresión del pueblo. De aquí que quien ose perseguir ese crimen aparece el sofisma como escudo de la persecución política, verbigracia el Renove y Promefrín, para este último caso, y para que no se vea esta refutación fruto de pasiones ruines e intereses bastardos léase la carta del 1ro. de Junio del 2001 enviada al director del periódico HOY por el señor Camilo Lluberes Henríquez y reproducida en el Listín Diario del 7 de junio del mismo año.

El rencor es tal que se niegan las cifras económicas y se difunden ex acciones para jugar al desastre, e inclusive, también le restan seriedad a las autoridades, es decir, a las mismas que sirvieron los datos para negociar los bonos soberanos, lo que deben ser señalado simplemente como una charlatanería.

El solo hecho de exigir en medio de un acuerdo obligatorio heredado con el FMI y los acuerdos internacionales, que se revierten los daños de un período de devastación económica, que si lo vinculamos con el aumento de los precios de la energía, en donde el gasto, la producción y el empleo han sufrido el colapso, entonces bien cabe la expresión de que estamos en presencia de una oposición rencorosa y no “constructiva” como debería ser. Es todo un desfogue de envidia nunca antes visto en la época contemporánea: apostar, no al fracaso de una gestión, que es válido en la política nuestra, sino apostar abiertamente y refrendando con una actitud que se repite a menudo, a que el país quede postrado y que el ánimo del pueblo dominicano se vuelva contra sí mismo y se incline por la retractación y la validación de los fracasados.

La mejor evidencia del desparpajo de estos vaticinadores de catástrofes es que después de haber extinguido las arcas del Estado, aparecen haciendo el ridículo con adivinaciones rencorosas propias del desatino desafiante.

La República no cometerá ese error garrafal histórico de remover la pesada losa que deberá suprimir todo intento de pararse y echar a andar un proyecto político del partido blanco que siempre nos deja en harapos y con las compuertas de la prudencia totalmente abiertas al desenfreno.

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