Optimismo y fe, pero sin olvidar que corren vientos de tormenta

Optimismo y fe, pero sin olvidar que corren vientos de tormenta

El presidente Luis Abinader Corona goza de la buena fama de ser un político optimista con vocación del terapeuta social que anima a sus seguidores a avanzar con fe y esperanza y con decisión de salir victorioso.

Excelente rol en tiempos de borrascas, cuando las turbulencias se presentan como suele ocurrir, sin avisos previos. En ese papel se le vio ayer en su extenso discurso ante la Asamblea Nacional.

Rindió cuentas de manera pormenorizada de las tareas cumplidas por su Gobierno en los últimos 12 meses, y de aquellas que están empezadas y esperan su conclusión en el porvenir inmediato.

El presidente Abinader Corona tiene sobradas razones para respirar optimismo y para dirigirse a su pueblo en términos triunfales. La gestión del Gobierno frente a la pandemia de Covid-19 le da ese derecho. La República Dominicana de hoy en día puede exhibir con orgullo sus éxitos sanitarios y también la recuperación de una economía que en algún momento fue duramente castigada por las consecuencias pandémicas.

Ahora hay crecimiento del Producto Interno Bruto, hay inversión extranjera, el sector turístico continúa en franca recuperación, el desempleo ha sido doblegado y las perspectivas de mayor mejoría estimulan el optimismo y la esperanza en el futuro inmediato.

Aun así, estamos en tiempos borrascosos. Una tormenta se cierne sobre buena parte de Occidente como consecuencia de la invasión de las tropas rusas a Ucrania. La incertidumbre derivada del conflicto y la amenaza de una extensión del mismo han empujado hacia arriba los precios de las materias primas, sobre todo del petróleo.

Así, la inflación presente debido las políticas anticíclicas adoptadas para dar respuestas a los efectos pandémicos ha elevado sus llamas hasta niveles preocupantes. El momento es, pues, difícil.

Sin abandonar la fe y la convicción de que pasaremos la tormenta, es necesario que los ciudadanos sepamos que no estamos en tiempos normales y que todos, absolutamente todos, tenemos que adoptar medidas propias de las circunstancias.

En tiempos de tormenta, el capitán también tiene que llamar a tomar cuidado y a apretarse el cinturón.

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