Oración por el 24 de abril

Oración por el 24 de abril

Te rogamos, Señor, para que nunca jamás se reproduzcan en el país, los trágicos acontecimientos provocados por la ambición desmedida y el irrespeto a la voluntad popular.
Llegamos a este 24 de abril en medio de una situación política, económica y social tan precaria como la que vivía la nación en los días previos al glorioso 24 de Abril de 1965.
Aquella situación provocó, ante la ceguera y el irrespeto de la autoridad, que fuerzas políticas, militares, civiles, sindicales, populares, se lanzaran a las calles a exigir, demandar, imponer su derecho a vivir sin temor.
Sin temor a la autoridad viciada de corrupción; sin temor a la falta de equilibrio de los gobernantes; sin temor a los sobresaltos que provocan situaciones como esta, donde se persigue el poder desde el poder y se intenta gobernar por encima de la cabeza de quien sea, mediante reelecciones que quebrantan la Constitución y niegan a los demás el derecho a escoger sus gobernantes con absoluta libertad y equidad.
La situación hoy es más calamitosa que la que se vivía en 1965. El país era gobernado por una administración irregular, fruto de un golpe de Estado que desorganizó el país a tal punto, que fuerzas sanas de nuestra sociedad, tanto civiles, como militares, decidieron dar el paso al frente, para demandar respeto a las aspiraciones populares que serían burladas, por gobernantes impopulares, que intentaban permanecer en el poder por encima de la voluntad nacional.
Este de hoy, es un gobierno que resulta del asalto a las instituciones mediante presiones, sobornos y toda suerte de abusos de autoridad, que no tenemos por qué soportar.
El Sermón de las Siete Palabras, de la recién pasada Semana Santa, es una excelente oportunidad para reflexionar, pensar, profundizar, en la relación pueblo-gobierno gobierno-pueblo.
Parafraseo algunas: Padre, no los perdones, danos la oportunidad de castigarlos, mediante la aplicación de la Constitución y las leyes, para que paguen por todos sus actos contra el país, especialmente la malsana práctica de la corrupción.
¡Dios mío, Dios mío!, sé que no nos has abandonado, que a nosotros nos corresponde hacer justicia y actuar con justicia, sin favor, ni temor.
Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu, para que nos ilumines en el duro camino por venir y nos ayudes a que contribuyamos al bien común.
Así se garantiza que el pueblo nunca tenga que volver a tomar las armas en una guerra entre hermanos.

Amén.

Ahora nos toca trabajar para la solución pacífica de los problemas que nos agobian, mediante procedimientos civilizados.
No permitamos que nos sigan acorralando. Sacudámonos de manera pacífica, porque la otra respuesta nunca se sabe dónde nos puede llevar.

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