Oración y literatura

Oración y literatura

Según el nuevo teólogo “de calle”: Dios es “el que hace que haya”, el responsable de que las cosas sean… rocas, animales o plantas. Y no le importa que en Islandia todos digan ser ateos militantes; tampoco que la filosofía y otras disciplinas de las humanidades estén siendo eliminadas de los programas académicos. Si no deben estudiarse las humanidades, tampoco tenemos por qué “aprender” teología. Sin embargo, toda la literatura producida por el hombre es un homenaje a la “presencia del universo”, un reconocimiento reverente de nuestra pequeñez e ignorancia. Y esto vale para las literaturas antiguas, modernas y actuales. Afortunadamente, las lenguas -todas las lenguas-, “contienen” la historia del hombre, que es la historia de las humanidades.

El teólogo “de calle” sostiene que la literatura del porvenir será, al mismo tiempo, teología, humanidades, arte y entretenimiento; también sustituirá barbitúricos, analgésicos, psiquiatras. La Biblia es un libro religioso; mandamientos y reglas de conducta para uso del sacerdote y del teólogo, van acompañados de poemas, historias, salmos, reflexiones o canciones. Los textos bíblicos no han dejado de ser literatura; por eso también siguen siendo filosofía, humanidades y “materias primas” para los razonamientos de los teólogos “académicos” de todos los tiempos. Esto así porque la literatura es la “ciencia general del hombre”. Las ciencias naturales son ciencias particulares: botánica, zoología, mineralogía. La literatura es omniabarcante.
La “literatura del futuro” es, realmente, la actual… cuando es “descubierta” y transcurre algún tiempo siendo apreciada, reproducida o imitada. Los editores, guiados por las tendencias del mercado, buscan, a su vez, “reconducir” las preferencias literarias. Es una tarea inútil e infecunda. A la larga, ocurrirá una especie de “reacomodamiento tectónico”. La gente leerá lo que necesita y, especialmente, lo que se le niega o escamotea. La religión podrá ser prohibida por el Estado o considerada una forma de locura.
En cualquiera de los casos está garantizada su “resurrección”. La lengua española nació, hace mil años, con un trozo de oración traducido de un sermón de San Agustín. Pero no hemos percibido que la literatura es siempre entrevisión, interpretación, conocimiento imperfecto del mundo, testimonio de nuestro paso por el planeta. Ciertos escritos en prosa son, en verdad, himnos religiosos sin autorización eclesiástica.

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