Orden, disciplina y autoridad moral (2 de 2)

Orden, disciplina y autoridad moral (2 de 2)

LUIS SCHEKER ORTIZ
¿Qué hacer? Esta es la pregunta que muchos se hacen y que parece no tener respuesta. Mucha gente quiere saber adonde vamos, más allá de las conquistas cibernéticas. Del Metro o la Isla Artificial. Los mejores no quieren retornar al pasado oprobioso, que empuja con fuerza, abogando por una mano dura que ponga orden y disciplina, a cualquier costo.

Muchos temen por el porvenir, que se torna incierto a pesar del crecimiento macroeconómico, que no cierra la brecha de la pobreza ni propicia el desarrollo humano donde los desesperanzados cifran sus esperanzas. Son demasiados los que se sienten abatidos o desalentados. Faltos de fe, sintiéndose avergonzados o derrotados. Son muchos los mazazos recibidos. A cada nuevo impulso, le sigue una nueva decepción.

Otros temen quizás abrir un nuevo rumbo radical. El cambio cuando es verdadero, no de fachada, tiene siempre sabor revolucionario. El orden y la disciplina que moralmente le inspira y acompaña, concebidos, aprehendidos, practicados por convicción, puede que atemorice a quienes del desorden han vivido y se aprovechan.

Soplan nuevos vientos, que se mueven casi imperceptiblemente, aunque ya se siente su brisa fresca. Cambios profundos son iniciados y extendidos como olas marinas en una cadena patriótica de solidaridades. Es el signo del milenio. De las metas del milenio, que espantan por su belleza casi irreal. En nuestro país se requiere retomar la fe. Unir esfuerzos aislados. Aumentar la potencialidad de cambio mediante la solidaridad humana, civilista, auténtica. Preocupada legítimamente en redescubrir y darnos un nuevo Estado: más justo, más equilibrado, más eficiente, verdaderamente democrático que garantice el bienestar y la protección de sus nacionales y sus habitantes, cual que sea su condición humana.

Solidaridad expresada en la lucha social permanente por la superación personal y colectiva que requiere del ejemplo del buen comportamiento y de un ordenamiento social disciplinado en el quehacer cotidiano, en la familia, en la iglesia, en el taller o empresa en la vecindad comunitaria, de abajo hacia arriba, imprescindible para el desarrollo y el progreso de la nación como necesario para atacar en sus raíces, enérgicamente el desorden organizado del nuevo orden que nos amenaza y nos acosa.

El nuevo orden impuesto en un mundo globalizado por nuevas alianzas de viejos impostores, no rosadas, moradas o amarillas, todas pálidas repartidera de cargos ineptas para enfrentar el caos institucional. El nuevo orden que nos llega desde más allá de nuestra frontera y se cobija aquí, alimentando las drogas, la delincuencia criminal, la corrupción, la impunidad, los abusos y todo los demás males sociales padecidos como nunca antes, pero que no es irreversible ni inevitable, si nos unimos en el ideal de la patria.

El Presidente Fernández anunció la necesidad de una estrategia de redistribución para alcanzar un desarrollo real y sostenible. Merece el aplauso. Empecemos dando muestra de inteligencia y desprendimiento. De seriedad. Iniciemos poniendo orden y disciplina en casa, con austeridad y eficiencia. Impulsemos el plan nacional de desarrollo integral empezando por priorizar el desarrollo humano de manera racional y sin extravagancias. Sin chapucerías presupuestarias. Con transparencia. El pueblo y la sociedad civil organizada sabrán responder con el ejemplo al ejemplo moral dado por sus gobernantes. 

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