Con más de 17 años en la Selección Nacional de Voleibol, Priscilla Rivera ha dejado sus huellas y de qué manera.
Al conversar con redactores de HOY, la criolla afirmó – sin ningún tipo de tapujos- que el voleibol ha sido su vida.
Acotó que haber ido a dos Juegos Olímpicos ha sido lo más grandioso que le ha pasado como jugadora.
“Estuvimos en el 2004 en Atenas y ocho años después asistimos a las Olímpiadas de Londres 2012”, comentó.
Recordó que en las Olimpiadas de Atenas 2004, las dominicanas le ganaron un partidazo al combinado de Estados Unidos en cinco sets. “Fue un juego grandioso, aún lo recuerdo esos momentos”, precisó.
Indicó que su pasión desde niña era ser Psicóloga o Periodista, pero el voleibol me cambió mi vida por completo y no me arrepiento. Con una sonrisa a flor de labios, Rivera, nativa del sector de Villa Consuelo, narró que entró al equipo de mayores cuando tenía entre 13 y 14 años, bajo la dirección del técnico cubano, Jorge Pérez Vento, por allá por el 1998.
Sus inicios. Expuso Priscilla que dio sus primeros pasos en el colegio San Pedro Apostol cuando una amiguita la invitó a jugar y le fascinó el conjunto. “Como paradoja de la vida, pocas semanas después, el dirigente decidió dejar en el equipo a Priscila y a la compañera que la invitó quedó fuera”, contó con ingenuidad, ya que ella no tuvo la culpa.

Un alto precio. Sentenció que las atletas de alto rendimiento tienen que pagar un alto precio con los viajes a países de otras culturas, e idiomas cuando les toca reforzar en otras ligas.
«Estar lejos de la familia es algo muy duro, uno no tiene vida social, todas las fechas importantes de las familias se celebran y uno no puede participar porque esta fuera del país», adujo.

Un mensaje sano. Rivera le envió el siguiente mensaje a las niñas y niños que aman el voleibol: «Luchen por sus sueños, que todo sacrificio tiene su recompensa, que nada es imposible, si nosotros nos lo proponemos lo logramos”, arguyó.