Original teoría de un caminante

Original teoría de un caminante

Decenas de personas de ambos sexos, la mayoría en edades que sobrepasan las de la adolescencia, realizamos caminatas en una plaza de la ciudad.

    Aprovechando esa circunstancia, dos profesores de Educación Física anunciaron mediante la distribución de folletos, que pronto iniciarían tandas de gimnasia en el lugar, para aquellos que quisieran endurecer las carnes, y disminuir la generosidad barriguil.

    Varios de los caminantes se inscribieron, por lo que puede vérseles dando brinquitos y realizando flexiones musculares al aire libre, con mayor carga de entusiasmo que de agilidad.

    Uno de mis amigos que participa en esas jornadas semi atléticas me dijo que el precio que se pagaba por ellas podía asumirlo cualquier desbaratado financiero, “y le sobraban cuartos”.

    Casi todos los que mueven las canillas en el parque lo hacen cinco días de la semana, pero los improvisados gimnastas dedican solamente tres de ellos al objetivo de adquirir cinturas de torero los hombres, y barriguitas de vedettes las féminas.

    Uno de los caminantes dedicó un discurso requisitorio de los profesores y sus formas, tanto de promover su actividad, como de la modalidad de pago. Su discurso, aunque no textualmente citado, fue el siguiente:

    -No se debe promover una actividad, afirmando que mejora la salud y la figura, si previamente no se dan demostraciones fehacientes de que el mensaje se ajusta plenamente a la realidad –dijo, caminando con paso lento, y volviendo con frecuencia el rostro hacia quienes le seguíamos.

   -Debieron ofrecer- añadió- unos días de calistenia gratuita, para que una buena cantidad de participantes comprobaran que su método es efectivo para tumbar libras y panzas. Si hubieran hecho eso, tendrían un lote de gente pagando; además, no se verían en la necesidad de exhibir personas de la tercera edad haciendo ejercicios frente a una cantidad tan grande de automovilistas y peatones.

    Concluida su disertación, el hombre retomó su veloz paso normal, alejándose de sus forzados interlocutores, de andar más lento por razones de calendario.

     Uno de los que escucharon al cuestionador manifestó que le iba a preguntar cuántos días de trabajo gratuito él ofrecía cuando solicitaba empleo.

   No sé si cumplió su palabra.

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