Ha destacado por la ausencia de sus habituales efectos especiales y por el contenido de las líneas propuestas, más femenino y ponible que nunca. La colección ha sido la más femenina, nunca vislumbrada en París para un Dior de Galliano.
Vaporosa, de volantes, mañanitas, lazos, vestidos flotantes y hasta trajes de chaqueta. Sí. Trajes de chaqueta, ajustados en la cintura, como en los años 50 y muy entallados luego también en las caderas y los muslos.
Nada de ese famoso volumen gigante en la parte superior o inferior de la silueta, sin el que ningún modelo de Galliano podría existir.
Como máximo, una pamela, de dimensiones normales o un gorro de lana tipo levemente rasta o un sombrero tipo casa de la pradera, por cierto, bastante sorprendente.
Para adornar la cabeza, Galliano creó igualmente pequeños sombreros cofias, generalmente rojos, para portar un tul sobre el rostro y gorros de punto años 20, a veces satinados o de lame.
El tejido vaquero recibió un impulso innovador, bordado con flores y motivos plateados o multicolores, sobre trajes de chaquetas, minifaldas plisadas y abrigos-vestidos trapezoidales con bolsillos a la vista.