He quedado algo más que sorprendido, lo confieso, al leer en la última página del periódico Hoy del viernes 6 de enero, bajo el título: “Nuevas pruebas motivan reenvío”, refiriéndose a nuevos documentos depositados por el abogado de la familia de Orlando Jorge Mera, lo que ha dado lugar para que la Magistrada Juez del Cuarto Juzgado de Instrucción del Distrito, Altagracia Ramírez, fijara para su conocimiento una próxima audiencia para febrero. El abogado de Fausto Miguel Cruz, autor del crimen, como es natural solicitó que se le concediera un plazo para “conocer dichos documentos y, en base a ellos, preparar su defensa”, lo que es de rigor.
Lo que no acaba de mi mente de comprender es la necesidad del abogado y la familia de Orlando de depositar “nuevas pruebas” documentales lo que, en mi opinión no tienen la menor ni mayor importancia, sea cual sea su contenido, por tratase de un hecho criminal, de un asesinato cometido fríamente, sin decir palabras, por Fausto Miguel Cruz, habiendo sido recibido por Orlando como un viejo amigo, un compañero sin imaginar que esa fatal visita segaría su vida para siempre.
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Aquel fatídico encuentro no tenía otro propósito que no fuera solicitar y obtener el permiso necesario del Ministro de Medio Ambiente, Jorge Mera, para darle inicio a una obra que al conocer la ubicación de su construcción, se vio Orlando precisado a explicarle a su apreciado amigo que, lamentablemente no podía complacerle, no era factible, siendo el lugar escogido área protegida por ley y por tanto no pueden ser afectadas estando prohibido la reducción de sus límites y, en caso excepcional, solo posible mediante un complicado procedimiento enmarcado en el Artículo 16 de la Constitución que exige, para cualquier reducción, contar con el favor de una 2/3 parte del Congreso Nacional y el aval del Presidente de la Republica .
Pero Fausto Miguel Cruz no vino a entrar en razones. Había entrado al despacho de su amigo Orlando sin requerimiento alguno, pero no para rechazo. Así que a sangre fría extrae del bolsillo de su saco un revolver y sin miramiento alguno dispara dos balazos en el pecho de su amigo dejando su cuerpo tendido en su escritorio, ya sin vida. Como si nada hubiera pasado da la media vuelta, sale sin prisa del despacho tan campante como entró por la puerta que le fue abierta, sin resquicio, por su viejo amigo.
Ahora, en la cárcel, su abogado pide aplazamiento para darle lectura a aquellos documentos que nunca debieron ser parte del expediente, tratándose de un alevoso crimen, cruel, brutal, de Fausto Miguel Cruz, que todo tribunal de justicia en cualquier instancia, habrá de condenar imponiendo la pena mayor 20 a 30 años no teniendo el crimen que segó la vida de Orlando perdón de Dios, ni olvido.