¿Oro o agua?

¿Oro o agua?

Muy pocas verdades absolutas existen en el universo. Una de ellas establece que solamente apreciamos y valoramos un bien  que tenemos cuando ese bien se nos va de las manos. Lo tenemos todos los días y a todas horas y tan poca atención le prestamos que a veces ni siquiera sabemos que existe.

El agua es vida; pero con tanto desdén se ha tratado ese precioso líquido que inconscientes, dominicanos y extranjeros, se han enriquecido en el pasado y también en el presente a costa del sacrificio de yacimientos hídricos.

Fue una dura batalla la que se libró cuando una cementera quería instalarse en Los Haitises. No fue sino hasta el repudio unánime del país que se decidió anular este macabro proyecto.

Ahora nuestra agua enfrenta un poderosísimo enemigo: El retorno de la fiebre del oro.

Esas fiebres  constituyeron un rasgo de la cultura popular del siglo XIX. Los factores que indujeron a muchos a abandonar sus empleos y modos de vida convencionales en busca del oro son de variada índole. Ahora los buscadores de oro son diferentes. Actualmente hay empleados de grandes multinacionales, las que en definitiva, son las grandes beneficiarias. En aquella época, pocos mineros se hicieron ricos, mientras que los proveedores de los mismos y otros comerciantes encontraron la fortuna gracias a estos procesos. Nunca los que realizan el trabajo,  ni los lugareños de los yacimientos, son los grandes agraciados. Ni siquiera el Estado, único y legítimo propietario de todas las riquezas del subsuelo, obtiene el justo beneficio a que tiene derecho.

El motivo principal de las expediciones españolas hacia el Nuevo Mundo, empezando por la de Cristóbal Colón, fue la búsqueda del metal precioso para llenar las arcas de la Corona. Esta comenzó, hasta hoy día, con engaños. Ayer, estos empezaron a  materializarse con el trueque de espejos a cambio del metal. Hoy, con la ayuda de malos dominicanos, se hacen mediante  contratos leoninos, que les permite depredar solapadamente, nuestra ecología y nuestro medioambiente. Aquella fue la gran conquista española que no  sucedió solo en el Caribe, sino en toda Latinoamérica. A tal punto llegó esta hazaña, que los infelices indios del Caribe, para el éxito del saqueo, hubieron de pagar con el exterminio de su raza.

El descubrimiento de la grandeza de estas riquezas provoca, desde 1503, la creación de la Casa de Contratación de Sevilla para reglamentar todo comercio marítimo que emanara de las Indias Occidentales.

Podemos afirmar, sin temor de equivocarnos que el 90% del oro que se exhibe en España y en gran parte de Europa, proviene del Nuevo Mundo. Hasta en el Vaticano hay oro caribeño y latinoamericano. Los ingleses fueron más inteligentes, pues enviaron a Francis Drake y sus piratas a esperar los cargamentos y apoderarse de ellos por la fuerza. Los británicos también tienen oro nuestro.

Hay un dato cierto: En la isla La Española hay todavía mucho oro. Haití acaba de descubrir un gran yacimiento al que apuestan su futuro desarrollo.

En sí, la explotación del metal no es satánica. Lo que es inmoral y crimen de lesa humanidad es sacrificar los recursos hídricos para su extracción.

Las fotos aéreas que hemos visto de lo que sucede en Cotuí es horripilante y el color sangre que resalta en algunas partes donde había agua potable harían temblar a nuestros nietos recién nacidos, si ellos las vieran.

Muchas personas físicas y entidades serias han pedido desde hace mucho tiempo la revisión del contrato con la Barrick Gold, el que fue insólitamente aprobado sin haberlo no solo no leído, sino ni siquiera haber realizado un estudio científico del impacto ambiental. Esa revisión no solo debería conllevar a pagarle un 50% de los beneficios al Estado, según opinan algunos, como Carlos García con su anteproyecto de ley. Particularmente, considero ridículos estos beneficios, por ser tan bajos, y debería plantearse la posibilidad de rescindirlo. En la actualidad se agrega otro conquistador que quiere cambiarnos oro por espejitos. Se llama Falconbridge, quien está a la espera de la exploración  que realiza Xstrata Nickel-Falcondo.

Con mucha responsabilidad el senador vegano, Euclides Sánchez, ha propuesto un anteproyecto de  ley que declara a Loma de Miranda como área protegida en la categoría de Reserva Natural. Sánchez trabajó en la elaboración del anteproyecto con la Academia de Ciencias.

Técnicos ambientalistas, Eleuterio Martínez entre otros, sostienen que la explotación de ferroníquel en Loma Miranda atenta contra la salud por el alto contenido de laterita y ferradita, ricas en sales de cromo que se acumulan en el organismo al contaminar las aguas; y que esas sustancias destruyen los ecosistemas en una de las regiones con mayor incidencia en la producción de aguas.

Yo creo que ya está bueno de que los invasores a los que llaman inversores, nos cambien espejitos por oro y nos hagamos una pregunta de  vida:

¿Oro o agua?

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