Ortopedia militar autobiografiada

Ortopedia militar autobiografiada

SERGIO SARITA VALDEZ
Llorar siendo niño ante la imposibilidad de asistir a la escuela debido a no contar todavía con la edad apropiada es un signo que anuncia el surgimiento de un sujeto inquieto y ansioso por absorber las mieles del conocimiento académico. Haber padecido un grave trauma en el miembro inferior izquierdo producto de una caída brusca apenas ingresado a la educación primaria generó las condiciones subjetivas primitivas para que en el futuro naciera uno de los más abnegados y capaces médicos ortopedistas con que cuenta hoy la República Dominicana.

Nos estamos refiriendo al pasado presidente del Colegio Médico y maestro de la medicina, Doctor Eliseo Rondón Sánchez, nacido en el poblado de Hato Mayor quien hace su aporte a la bibliografía de galenos criollos con el perfil autobiográfico titulado «La Aventura de Vivir». Se trata de un libro muy ameno en el que a modo de anécdotas se inicia a finales de la década de los años treinta del pasado siglo XX y desemboca a principio de la primera década del siglo XXI. A través del relato, y, quizás sin proponérselo, va nuestro autor, como un diestro escultor, describiendo la formación del carácter y personalidad del futuro ciudadano serio, honesto, sencillo, decidido, intuitivo, afanoso, trabajador, dedicado e incansable hijo de Hipócrates consagrado por completo a servir a los demás, a costa de sacrificar toda una existencia a favor del bien común.

A muy tierna edad conoció este párvulo las crueldades propias de una dictadura que afiló sus garras en las tierras del este tras la primera ocupación norteamericana de 1916. Vio hombres ahorcados acusado todavía de «gavilleros», supo de la persecución y la matanza de haitianos del 1937 y palpó como testigo de primera línea las atrocidades cometidas con los patriotas del 14 de junio de 1959 y con los mártires de la gesta libertaria del 30 de mayo de 1961. Apenas era un adolescente cuando tuvo su primera experiencia como domador de caballo. Entrenó un brioso corcel y pocos días más tarde salió con su tío de paseo al conuco. Dicho episodio lo narra de la siguiente manera: «Salimos temprano en la mañana a recorrer los tres kilómetros de distancia a que se encontraban. Al pasar por dentro del cañaveral, siendo época de zafra, había parcelas de caña cortadas y otras por cortar, de repente, salió un hombre corriendo tratando de alcanzar una zona con las cañas paradas. Detrás venían unos guardias con fusiles, tirándole tiros. Casi llegando al cañaveral lo alcanzaron las balas y cayó herido de muerte… Al otro día un sargento y dos rasos de a caballo, pasaron por la casa a saludar. Al irse, mi tío me advirtió que no podía contarle a nadie lo visto por nosotros. Aquella imagen del hombre corriendo y los disparos me siguen acompañando aún».

Durante su vida de estudiante universitario fue practicante militar del hospital Marión. Allí tuvo otra de sus incontables y desagradables vivencias, se trata de la explosión del polvorín de la Avenida Independencia. Dice en su obra: «Un grupo de soldados preparaba proyectiles de salva para una celebración; aseguraron algunos de los sobrevivientes, que el mayor Frappier entró al salón fumándose un cigarrillo y que en son de chanza les dijo a los militares: ¿Quieren ver como prende?, y ante la sorpresa de todos tiró el cigarrillo en la pólvora. Desde luego no podía pasar otra cosa; reventó el polvorín, destruyó las edificaciones y mató un número elevado de militares, dejó docenas de heridos y quemados graves, incluyéndolo a él y al teniente abogado Persio Ledesma. Cuando entré para ayudar en la cura de estos pacientes no me imaginé jamás que pudiera existir en la tierra un espectáculo más tétrico que este. En ninguna de las esferas del infierno de Dante había algo parecido; todas las camas ocupadas por cuerpos con más del 40% quemado, casi todos llenos de gusanos, unos gritando y otros con los ojos lánguidos y tristes, llegando a la agonía. La morgue de la universidad era menos asqueante que este lugar. Estaba a punto de caer desmayado cuando el responsable de la sala dijo: OK, no es a mirar es a trabajar… Los tejidos se desprendían como cáscaras viejas y debajo de cada costra una gusanera. El capitán Frappier y el teniente Lugo tenían quemaduras por encima del 80% de la superficie corporal. Lugo murió primero; Frappier duró más, eso sí, parecía un tronco de javilla quemado. No podía ni abrir los ojos. En ese estado una tarde lo visitó el capitán César Caamaño, amigo y compañero cuando las campañas de la frontera. Al bajar de la tercera planta, que era donde estaba hospitalizado Frappier, se detuvo a la salida del hospital, entre las columnas y con lágrimas en los ojos nos contó lo terrible que había sido para él ver a su amigo en estas condiciones y nos dijo que le impactó más porque se le pareció a un haitiano que Frappier había quemado vivo en la frontera».

En su condición de médico militar, conoció y trató como pacientes a personajes históricos disímiles y variados cuyos nombres aparecen en el texto en el orden siguiente: Francisco Caamaño Deñó, Juan de Dios Ventura Simó, Radhamés Trujillo, Pedro Livio Cedeño, Huascar Tejeda, los hermanos Rodríguez Echavarría, Héctor Lachapelle Díaz, Juan René Beauchamps, Ramiro Matos, el comandante constitucionalista Barahona, Julito de Peña Valdez y el profesor Juan Bosch, entre otros.

De Juan Bosch cuenta interioridades que todo amante de la historia debe conocer. También emite sus juicios y pareceres acerca de Joaquín Balaguer y de José Francisco Peña Gómez. Una de las virtudes más encomiables de este libro y por lo que recomiendo su lectura, es la franqueza y la bravura con que expone sus criterios, así como la responsabilidad, poco usual en estos casos, de describir incidencias de relevancia, sin esconder los nombres de los actores. Con ese estilo único, narra el período comprendido entre los últimos cinco años de la era de Trujillo, el derrocamiento de la dictadura, el gobierno del Consejo de Estado, los siete meses de democracia del gobierno de Juan Bosch, el fatídico golpe de Estado septembrino, la revolución de abril, la época de Balaguer, la salida de don Juan del Partido Revolucionario Dominicano y la fundación del Partido de la Liberación Dominicana.

Los que amamos la verdad histórica estamos endeudados con el Dr. Eliseo Rondón Sánchez por su enjundioso aporte literario.

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