Óscar Abreu en Miami

Óscar Abreu en Miami

 

Hace años que no veíamos a Óscar Abreu. Noticias esporádicas llegaban, contando poco acerca de lo que él producía, experimentaba y lograba, pero sobre todo transmitiendo invitaciones a exponer en Nueva York para artistas dominicanos. Esto no nos sorprendía, ya que muy joven había iniciado en Santo Domingo esa labor socio-colectiva desde su propio centro cultural y galería…
De repente, mandó imágenes de un mural inmenso… que él pintaba al aire libre en Nueva York, delante de los transeúntes.
Cuando él lo tuvo que desmontar, lo convirtió en telas individualizadas, portadoras de sus reflexiones y obsesiones. Parte de ellas se expusieron en Miami… donde él siguió pintando públicamente en un contexto distinto, un ámbito ferial entonces.

Recordando los inicios. Simultáneamente, Óscar Abreu terminaba un texto autobiográfico, destinado a un libro de memorias que le habían encomendado coleccionistas. De otros artistas, a (duras) penas le hubiéramos creído, sin embargo Óscar ha sido siempre el dueño de una “caja de Pandora” fabulosa en sentido propio, llena de ideas e iniciativas, que increíblemente llegaban a concretarse, ¡¡y esto desde sus años de mozalbete!! Podríamos afirmar que su historia es única. Empezó clases de pintura a los siete años, a los doce ya estudiaba institucionalmente, a los dieciséis llegaba a Estados Unidos. Allí, continuó estudiando y pronto pretendió pintar profesionalmente, y estos cuadros “precoces” encontraron compradores…
Una década más tarde, a la edad del “arte joven”, se comportaba como un artista maduro, incentivando a colegas frecuentemente mayores que él.
Es un hecho que, viviendo y trabajando actualmente en Nueva York, con su propia galería y coleccionistas fieles, él se declara independiente y, en buena medida, maneja personalmente su carrera. Últimamente, ha expuesto en Miami, en un espacio ferial que aprovechó su experiencia, su simpatía, su dinamismo imparable… más que Óscar habrá aprovechado la invitación especial de los organizadores.

Las obras de hoy. Al filo de los años y de un itinerario extenso e intenso, que incluyó a Puerto Rico y reiteradamente a Santo Domingo, Óscar Abreu, en su creatividad entusiasta, ha producido obras enérgicas y efusivas con un diseño sencillo, colores primarios y/o secundarios, una pasta generalmente densa.
Para causar impacto, Óscar Abreu sigue sus propios impulsos, indiferente ante una complacencia exterior a lo que él siente. No ha dejado de gobernar su expresión pictórica, lo que se autoimpone según sus criterios y una inspiración que fluye espontáneamente, por tanto sujeta a cambios, esencialmente en los detalles, menos en la(s) estructura(s) principal(es).
Hoy en día, esos cánones conservan su vigencia, transmitidos por grandes retratos anónimos e introspectivos, a menudo “a dúo” con una predilección por la maternidad, sobre fondos ritmados, salpicados de pinceladas sueltas, y una tendencia a llenar completamente el soporte.
Son obras figurativas son neoexpresionistas, a la vez orgánicas y construidas, donde predomina –y de mucho– el rostro femenino, una huella autobiográfica sin duda. Paralelamente, aunque menor, está la obra abstracta que practica la geometría sensible y juegos de brochazos entrecruzados, alternando con un neo-puntillismo sobredimensionado en sus elementos… difícil sería hablar de puntos. No falta el chorreado “pollockiano”, vuelto iluminación blanca. A menudo, figuración y abstracción se integran y se imbrican en un mismo lienzo: la lectura de ambas dependerá de la receptividad del contemplador.
Nos referimos a la pintura. Sin embargo, Óscar Abreu tiene una obra escultórica paralela interesante: se trata de relativamente pocas piezas, en metal; la forma no contrasta con las morfologías pictóricas, tampoco las líneas y los ritmos espaciales. Y, como escultor, más abstraccionista que en la pintura, él privilegia el hierro, combinando el “ready-made” con elementos forjados y soldados. Las dimensiones son hoy medianas, las piezas montadas sobre un zócalo, pero la superficie disponible probablemente haya determinado un límite de tamaño…

Pintar en público. Hemos observado que Óscar Abreu prefiere la ejecución directa, pero él puede recurrir también al boceto, verdadera escritura, y a estudios preparatorios que van llevando los ensayos a un tratamiento definitivo, principalmente en realizaciones casi monumentales. Ahora bien, la agilidad que demuestra el artista del diseño a pinceladas hasta la definición pictórica con capas superpuestas de pigmento, facilita que él trabaje delante del público… y este proceso le gusta particularmente. Significa para él una suerte de “performance”, centrado en la pintura e instrumentado por su técnica.
Un balance compositivo, precedido por el concepto y el tema, se establece. Espacio, figura y fondo se vuelven los componentes esenciales. Si este equilibrio se impone como una definición plástica, Óscar Abreu lo agencia variando sucesivamente los componentes, y sobre todo la aplicación, la repartición, la superposición, cromáticas y matéricas. A veces se quisiera detener el gesto pictórico, preservando la ligereza del conjunto, ¡pero es el artista quien manda!
Obviamente, a Óscar Abreu le encanta este procedimiento, progresivo, veloz y algo efectista, que impresiona al espectador. Lo consideramos una expresión y técnica circunstancial. Sin embargo, el artista está consciente de que su colorido caribeño, su textura poderosa, su dibujo habil pueden expresarse en otro lenguaje, más elaborado, articulado y acabado.
Hace falta una exposición importante de Óscar Abreu en Santo Domingo.

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