Quiero referirme al plan de alfabetización auspiciado por el nuevo gobierno recordando que oscuridad es falta de luz o claridad y oscurantismo es oposición a que se difunda la cultura y la educación en el pueblo.
El programa tiene luces y sombras porque, por un lado, transmite la intención de esta gestión de combatir la ignorancia y, por el otro, arrastra el fardo histórico del abandono reiterado de los gobiernos a las personas sin capacidad de acceder o permanecer dentro del sistema educativo, ya que las campañas de alfabetización no son nuevas al igual que los fracasos repetidos en darle continuidad, siendo lo más evidente de los mismos, la muerte por inanición de los programas nocturnos de educación de adultos.
El oscurantismo es fundamental para las crueldades de los explotadores. Si la gente se educa se resiste con más energía ante los intentos de explotación, ya que es proverbial que el conocimiento te da libertad. Los déspotas saben que los pueblos ignorantes son masa amorfa, maleable, que se puede convertir en cualquier cosa y pisotearla como estiércol, sacándole sangre, sudor y lágrimas en beneficio de los que detentan el poder.
Muy respetuosamente creo que las almas nobles que promueven la campaña, siembran en el desierto y aran en el mar si antes no se resuelve el problema de los apagones en el país. La noche es la mitad de la vida y no parece justo vivirla sin luz en pleno siglo 21, aprendiendo o enseñando con jumiadoras, velas, faroles de kerosene o cuando termine el apagón. Alfabetizar sin luz es como mantener un pie en la oscuridad y otro en el oscurantismo.