Ostras y almejas: crudas, vivas y servidas así son preferidas

Ostras y almejas: crudas, vivas y servidas así son preferidas

Madrid. EFE.  Hay mucha gente que identifica el sabor del mar con el de determinados alimentos, normalmente pertenecientes al orden de los moluscos bivalvos o lamelibranquios; los que son comparados más a menudo con ese hipotético sabor son las ostras y las almejas.

Entendámonos

No es que sepan exactamente a mar: su sabor recuerda aromas marinos, notas principalmente de yodo, de frescor. El agua de mar, en estado natural, no sabe ni como una ostra ni como una almeja, sino que sabe a diablos, como sabrá bien cualquiera de ustedes que haya tragado agua en la playa. Ocurre que los sabores de esos mariscos, y algunos más, como el berberecho o el erizo de mar, tienen ese hálito marino, ese puntito yodado. Pero vamos, si el mar supiese a ostras o a almejas estaríamos tragando agua cada vez que nos bañásemos en él.

La ostra tuvo siempre un aura de especial prestigio. La sigue teniendo. Sus devotos la prefieren tal cual, sin cocinar, cruda y viva; si acaso, unas gotas de limón, y nada más. Hombre, hay gente que es muy aficionada a la receta conocida como “ostras Rockefeller”… pero me da la impresión de que les gusta más el apellido Rockefeller y todo lo que le rodea que las propias ostras, que  esta receta.

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Almejas

Los amantes de las almejas las prefieren, también, crudas y vivas, servidas -como las ostras- sobre un lecho de hielo y sin más aderezo que, si acaso, esas gotas de jugo de limón que sirven para subrayar el sabor yodado y la sensación de frescor y que, además, permiten cerciorarse de que la almeja está, efectivamente, viva. Pero las almejas sí que tienen un recetario interesante.

Eso sí, hay que saber elegirlas, porque hay muchas especies y no todas están igual de ricas, ni tienen la misma textura.

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