Otra campaña

Otra campaña

La presente campaña electoral está dejando mucho que desear, en todos los sentidos. Su desarrollo ha sido decepcionante, y en ocasiones hasta repugnante.

Algunos de sus protagonistas se han desempeñado muy mal en términos de uso del lenguaje, y en vez de aportes en beneficio de quienes tienen algo que aprender, lo que han hecho es degradar las expresiones y apelar a calificativos insultantes para referirse a sus contrincantes. Se han caracterizado por simplismo y pobreza argumental abrumadores, cuando han debido ser abundantes en la propuesta de soluciones practicables en un país que los propios políticos han convertido en calamitoso.

Ni los que han estado usando de manera desmedida los recursos del poder -incluido el militar- para apuntalar el reeleccionismo ni quienes resueltamente se les oponen, han sido capaces de convencer al país de que podrían, en el próximo período de mandato, hacer repuntar la economía y el valor de nuestro signo monetario; incrementar la oferta de plazas de trabajo y abaratar los precios; resolver el problema del mercado eléctrico y eliminar las distorsiones en los precios de los combustibles, y así por el estilo.

Por otra parte, a pesar de haber agotado sesiones de diálogo y haberse aventurado en escaramuzas de acuerdos, los cabezas de los principales partidos no logran controlar la violencia mediante la cual sus conmilitones expresan el triunfalismo de sus respectivas causas.

Definitivamente, la presente campaña electoral está entre las peores que hemos tenido en nuestra vida democrática.

[b]II[/b]

Uno de los rasgos deplorables de esta campaña es que los candidatos han quemado demasiado pólvora en imputaciones y en distribuir las culpas por las calamidades que atraviesa el país. Los remedios, si es que alguno los tiene, son el secreto mejor guardado, pues ninguno habla de soluciones.

Los reeleccionistas, por un lado, se esfuerzan por hacer ver que la anterior administración sería la responsable del descalabro de varios bancos, a pesar de que en el caso de uno de éstos las irregularidades datan de hace quince años o más, según los propios acusadores. Y los acusados, ni cortos ni perezosos, han aprovechado para puntualizar algunos aspectos que parecen poner a la defensiva a sus acusadores. Mientras las partes escurren el bulto, hay un hoyo financiero que ha repercutido en cada presupuesto familiar o empresarial, y de cómo cubrirlo no hablan los políticos. Algo muy parecido se produce cuando el escarceo de turno es el problema energético.

La gran esperanza se abre hoy con la reunión que sostendrán los candidatos presidenciales Hipólito Mejía, Leonel Fernández y Eduardo Estrella, con la oportuna mediación de monseñor Agripino Núñez Collado, donde se anuncia la firma de un pacto que sería la base para un final de campaña que aleje la diatriba y emerjan los contenidos.

Esperemos, pues, que la firma del “Compromiso por una campaña electoral civilizada y por el fortalecimiento de la democracia”, prevista para hoy en la Universidad Católica Madre y Maestra, marque la diferencia entre lo que ha sido un proselitismo cargado de insultos y agresiones, para dar paso al verdadero debate de las ideas, a las propuestas y a crear sólidas bases para que antes, durante y luego de las elecciones haya condiciones para la gobernabilidad.

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