Otra crisis del dólar

Otra crisis del dólar

HAMLET HERMANN
El domingo 20 de mayo de 2007 el banco central de Kuwait decidió reducir la paridad de los precios de su petróleo con el dólar estadounidense. En lo adelante, el valor de sus hidrocarburos se establecerá en base a una canasta de divisas. Esta ha sido la modalidad adoptada para evitar que la constante devaluación de la moneda estadounidense siga incidiendo negativamente sobre la inflación kuwaití. La decisión no es más que la punta de un témpano que podría conducir al dólar estadounidense a un descalabro histórico.

Si, tal como parece Omán, Qatar, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita harán algo semejante, la conmoción de la economía estadounidense tendría efectos devastadores.

Apelando un poco a la memoria histórica, puede notarse el parecido de esta situación a lo ocurrido con el dólar estadounidense desde finales de la década de los años 1960.

Entonces, la administración Nixon imprimía dólares sin cesar para financiar la guerra contra Vietnam. Como buenos republicanos, al mismo tiempo disminuían los gastos sociales que podían beneficiar a su pueblo. Fue así como el 15 de agosto de 1971, Nixon anunció su «nueva política económica» la cual ponía fin a la libre convertibilidad del dólar en oro. En otras palabras, el Presidente estadounidense devaluaba oficialmente el dólar acelerando así la crisis económica y financiera en todos los países dependientes de la primera potencia mundial. Poco tiempo pasaría para que Vietnam y Watergate devaluaran dos veces más esa moneda. Como consecuencia de esto y a partir de 1973 los precios del petróleo medidos en dólares se dispararon provocando una de las peores crisis del capitalismo mundial. El barril de petróleo pasó desde tres dólares hasta treinta y cuatro en 1981. No porque encarecieran los hidrocarburos, sino porque el valor de éstos fue ajustado entonces a la devaluación evidente del dólar y a las secuelas de las guerras en la región

mesoriental. El poder adquisitivo de la moneda estadounidense caería entonces hasta la décima parte de su valor.

En 2007 parece remedarse aquella situación. Bajo la Administración Bush se ha desatado un círculo vicioso que ha convertido el superávit presupuestario que le dejara Bill Clinton en el déficit más grande que pudiera haber conocido la humanidad hasta el momento. Los expertos consideran que el petróleo alcanzará el precio de cien dólares el barril antes de que Bush termine su período presidencial. Eso sí, la culpa no sería de los productores. Habría que mirar hacia la Casa Blanca en Washington para descubrir quién está rompiendo los platos que el mundo tendrá que pagar. Gracias a la reducción de impuestos a las grandes corporaciones, a los gastos de guerra en Irak y Afganistán y a la incapacidad para nivelar la balanza comercial de Estados Unidos, el dólar ha estado cayendo en picada. Un alza abrupta en la tasa de inflación ha sido vaticinada como preludio a una profunda recesión pronosticada para el último año de gobierno de Bush. Cuando George W. Bush asumió la Presidencia en enero de 2001 hacía falta más de un euro para comprar un dólar (1.07). Ahora, en 2007, para adquirir la moneda estadounidense sólo hace falta 0.77 euros. En otras palabras, el dólar se ha desvalorizado en un 30% en relación con el euro desde que los «neo con» han ocupado la Casa Blanca. El desplome de esa moneda no parece detenerse sino que, por el contrario, se ha acelerado. Y el problema radica en que Estados Unidos está pagando su despilfarro bélico con «pagarés», con papeles sin respaldo productivo, los que, por tal razón, valen cada día menos. Las empresas y bancos que reciben los pagos con esos pagarés (IOU), se defienden comprando bonos del Tesoro estadounidense devolviendo así el problema a su lugar de origen donde, por lo menos, cobran intereses.

Y ese dólar que se devalúa cada día es el que viene desatando la gran crisis financiera mundial que los países subdesarrollados ahora sufren. Estados Unidos se comporta como el perro bolo que gira alocadamente tratando de morderse un rabo que no existe sin tener otra salida que no sea la de desplomarse muerto de cansancio. Se desgasta sin cesar ya que no entiende que por el camino de la guerra no hay salida, como no sea la de negarse a sí mismo como imperio.

Y los dominicanos sufriremos con mayor rigor la crisis del dólar ya que pagamos los combustibles al doble del precio que se paga en Estados Unidos gracias a los excesivos impuestos con lo que el gobierno los grava para, imitando a Bush, despilfarrar lo recaudado en sueños infantiles.

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