Otra gota de agua

Otra gota de agua

Se trata de una política de Estado: la gota de agua horada la piedra, no por su violencia sino por su frecuencia.

No importa desde cuando chin a chin, gota a gota, un día sí y el otro también, los haitianos se cuelan en nuestro país, que ellos consideran suyo y proclaman supuestos derechos que los avalan.

Los haitianos nos ven como usurpadores que ocupamos su tierra, su cielo, su aire, la belleza de sus flores ubicadas en terreno dominicano que le hemos arrebatado.

No pretendemos levantar un muro como el que separa la frontera méxico-norteamericana por nadie sabe cuántos kilómetros. El muro norteamericano es burlado constantemente ya sea a ras de tierra o mediante túneles. Los haitianos continuarán aplicando la línea de menor esfuerzo: venir a República Dominicana a disfrutar de agua, tierra y gente ingenua que se conduele de las vicisitudes ajenas.

Es interesante ver cómo defensores de que los haitianos ocupen la República Dominicana brincan como si les pellizcaran el c… cuando se trata de que los vecinos viajen a sus países.

Tan grande es el rechazo que la Comunidad del Caribe (Caricom), naciones cuya población es negra, no quiere que los haitianos se aposenten en sus territorios, pero tienen la fuerza de cara de criticar la política de migración de nuestro país.

Esa política de acusar, sin base, sin pruebas, sin respeto, forma parte de aquella vieja práctica ”ensucia que algo queda”.

Esa política se parece al “juego” del niño que ensucia un palito de excrementos y se lo pasa a los amiguitos y lo hala para dejarles un regalo envenenado. Así está Haití, sólo que nosotros somos los niños a quienes embarran con sus deseos de que constituyamos una sola nación.

La política de la gota de agua que horada la piedra con el paso del tiempo, nos la aplican los haitianos y sus auspiciadores, quienes sólo saben quejarse pero no buscan soluciones para que Haití se convierta en una nación independiente y deje de ser una sociedad de mendicantes.

Nunca se supo que el gobierno de Haití reclamara el regreso a su país de sus nacionales cortacañas.

Cada año venían legales y clandestinos, muchos haitianos contrabandeados por militares dominicanos y empresarios cañeros que los acogían en sus bateyes.

En su obra “Norte Sur” el escritor barahonero Angel Augusto (Negro) Suero, reseña que Trujillo no asesinó los picadores de caña que trabajaban para el ingenio azucarero de The Barahona Company, propiedad de capitales norteamericanos, pues no le convenían enfrentamientos y problemas con sus padrinos.

Lo de ahora es otra gota de agua que cae permanente sobre la cabeza dominicana para ablandarnos, para imponernos situaciones, para forzarnos a aceptar lo inaceptable. ¡Mucho cuidado!

 

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