Otra mini-ficción: “El sicario”

Otra mini-ficción: “El sicario”

La bala para matarlo iba rompiendo el aire rumbo a su cabeza pero dentro de ella todo parecía dispuesto a rememorar su vida como si este no fuera su último instante.

Desde que vio el fogonazo sin oír aun el estruendo sabía que se trataba de la muerte que venía a visitarlo. Había deseado siempre que aquel a quien le tocara despacharlo tuviera la cortesía profesional de la buena puntería. Parecía que así sería puesto que a su mejor entender –y según los acelerados cálculos de complejidad trigonométrica que intuitivamente realizaba- el primer disparo lo alcanzaría medio a medio de su frente.

Dio gracias a Dios por lo prolongada que había sido su carrera como pistolero, pues en poco menos de dos años había podido comprarle casa a su anciana y pobre madre; había fiesteado como nunca antes llegando a darse el lujo de varias hembras simultáneamente; todos sus vecinos le respetaban (por no decir que le temían ya que le sabían incapaz de dañarlos a ellos o a sus familiares).

Y justo por eso pagaba ahora, por rechazar un trabajo para “darle p’allᔠal hermano de un vecino, sospechoso de haberse quedado con parte de un paquete de coca, un embrollo apestoso.

Eso no lo haría, les dijo. No era cuestión de precio sino de honor. A un niño hermanito de uno de sus mejores amigos, se trataban como familia, no sería él, Queco, quien le diera el “rilís”, no señor. Desde ese momento sabía sus días contados. Un segundo disparo explotó como una bomba en sus aguzados oídos y se dio cuenta de que este venía buscando su pecho. Era bueno el que habían enviado por él. Sonrió porque no quería que nadie dijera que murió como un cobarde y además eran amigos, la muerte y él. No la temía. Era su hora y nada podía hacerse. Tan sencillo. La motocicleta desde donde le habían disparado los dos tiros salió de la sombra. Iba rapidísimo pero la vida cuando está por acabarse va en cámara lenta.

La sonrisa se le congeló. “¡Coño!”, pensó, “me muero por no querer matarlo ¡y lo mandan a él a matarme a mí!”. Sólo sintió un breve calor en la frente y murió sonreído. No hubo tiempo para más…

Publicaciones Relacionadas

Más leídas