Otra prueba de fuego: la puntuación

Otra prueba de fuego: la puntuación

Cuando F. de Saussure afirmó en el “Curso de lingüística general” que la lengua es un sistema donde todas sus partes se interrelacionan, fundó un axioma primario no solo para esta nueva ciencia, sino también para las demás ciencias.

Del lenguaje, facultad humana de simbolización de lo real, pasamos a la lengua, sistemas de signos, donde actualizamos no solamente dicha facultad, sino también la de hablar y escribir, la cual llamamos discurso y donde se la juega el sujeto y su especificidad (pertenencia de clase, unicidad, contradicción, ideología, historicidad, etc.), pero también el sentido, ya que este no reside ni en el lenguaje ni en la lengua.

Es cosa harto sabida, pero extrañísima, que la producción de sentido sea una actividad única de los sujetos y que lo sea únicamente en el discurso y no en el lenguaje, ni en la lengua, ni en la historia. Pero los traidores al lenguaje colocan el sentido en la lengua, en el lenguaje o en la historia. En estas tres instancias lo colocan semióticamente y se valen de términos como “palabra”, “sentido de la historia” o “transcendencia” para teologizarlo. Estos traidores al lenguaje son los auxiliares benévolos del Poder y de él reciben los premios, prebendas y la ayuda mediática que les convierte en héroes de la farándula literaria, al igual que los deportistas, los artistas, los actores y actrices de cine y los jinetes de hipódromo, tal como los héroes de la generaciones X y Y.

Una de las estructuras del sistema del discurso es la puntuación. Al igual que las demás estructuras del discurso actualizadas por el sujeto a través del ritmo-sentido, la puntuación es ritmo-sentido. Pero se ve tan huerfanita o tan poco ser en apariencia, que engaña a cualquiera y le tiende trampas semánticas a quien la usa incorrectamente. Le pone a decir disparates, absurdos, extravagancias. Si alguien no le pone caso, es capaz de matar a los emisarios que no la usan bien o a los que llevan mensajes secretos de vida y le fusilan al llegar donde los jefes que han de recibir el aludido mensaje, como ha ocurrido varias veces en tiempos de guerra en nuestro país y en el mundo.. O el caso de tantos amantes a quienes ha perdido el mal uso de una coma en una carta amorosa.

En fin, la puntuación es ritmo-sentido en el discurso y marca las pausas breves, medias o largas de quien habla o escribe, siempre sujeto a las reglas de su uso. La puntuación entra por el oído, como el sentido en el discurso, pese a la apariencia de la primacía de lo visual fundada en la dictadura de lo escrito.

He observado que se acrecienta a límites insospechados la falta de dominio de las estructuras del idioma en nuestra sociedad, sobre todo en los mandarines de la burocracia pública y privada, los escritores, los comunicadores sociales, los maestros, los catedráticos y los estudiantes; sobre todo en estos últimos, que son los aspirantes a desplazarles del sitio que ocupan. Llamo solamente la atención acerca del problema.

La puntuación es, como el gerundio, una de las pruebas de fuego del buen escribir. Casi estoy por decir que en nuestro país se escribe el español con sintaxis del inglés americano, adobado con un sinnúmero de galicismos calcados del discurso sobre las ciencias sociales, jurídicas y literarias y, de vez en cuando, con un salpicón de italianismos.

Para remediar esto, es necesaria una vuelta al ritmo del discurso español. Los escritores y escritoras estarían llamados a dar ejemplos de buena escritura, pero el grado de inconsciencia acerca del problema les inhabilita para la solución.

¿Cuál es el hábito o vicio más común en materia de puntuación? He observado el problema en el registro escrito (libros, periódicos y revistas). La tendencia generalizada es a separar con coma el sujeto y el predicado. Ej: “El Presidente de la República, afirmó anoche que el enemigo del país es el petróleo.”

Así como el director de orquesta usa la batuta para “conducir el ritmo de la música”, del mismo modo quien escribe usa los signos de puntuación, incluida la coma, para conducir el ritmo de la escritura. Si no sabe conducirlo, rompe el ritmo del discurso, es decir, introduce una perturbación del sentido, lo cual tiene graves consecuencias  para la interpretación correcta del mensaje dirigido a un destinatario.

Las reglas de la Academia Española de la Lengua son largas y, a veces, abstrusas. Las que daré a quienes quieran mejorar su competencia en esta materia son una combinación del libro de la Agencia Efe de España (Madrid; Cátedra, 1995) y del libro “Gran cacería de gazapos en cartas cotidianas, de Don Salimoy (México: Editorial Panorama, 1999).

El libro de Efe no habla del ritmo, pero sí del sentido, cuando enumera las reglas del uso de la coma. Eso no sorprende. La teoría del ritmo que prevalece masivamente en España es la de la política del signo. Esta confunde ritmo con métrica, música, cosmos, respiración o movimiento del mar. Necesitan una revolución en la Península.

Don Salimoy dice que los signos de puntuación u ortográficos son de gran utilidad, pues “con ellos hacemos que el lector lleve un ritmo.” (p. 136) Las reglas del uso de la coma son nueve: 1) Nombres con vocativo. Ejemplo: Todos, Señor, invocamos tu nombre, Señor. 2) Enumeraciones sin conjunción. Ejemplo: María, Juan y Álvaro son primos. 3) Oraciones enumerativas o distributivas. Ejemplo: Todos debemos morir, bien seamos adinerados, bien seamos inopes. 4) Oración de paréntesis o intercalada. Ejemplo: La verdad, dice un político, siempre se abre paso. 5) Oración explicativa de relativo; coma antes y después. Ejemplo: Los Andes, que son las montañas más altas de América, separan Chile de Argentina. 6) Oración especificativa de relativo; coma solamente después. Ejemplo: A falta de pan, buenas son las tortillas. 7) La subordinada antes de la principal. Ejemplo: Después de haber hecho buen día, la tarde se apocó. 8) Oraciones adversativas o consecutivas cortas. Ejemplos: Pienso, para hablar. Pienso, luego existo. 9) Complemento circunstancial largo al principio de la frase. Ejemplo: Con un paquete de regalos en sus brazos, se presentó a la casa.

En síntesis

Los usos locales
La puntuación es, como el gerundio, una de las pruebas  de fuego del buen escribir. Casi estoy por decir que en nuestro país se escribe el español con sintaxis del inglés americano, adobado con un sinnúmero de galicismos calcados del discurso sobre las ciencias sociales, jurídicas y literarias, y con un salpicón de italianismos.

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