ANTONIO PEÑA MIRABAL
El desastre ocasionado en algunos sectores de la parte baja de Santiago, por la crecida del río Yaque del Norte, producto de las aguas dejadas en su cuenca por la tormenta Olga, es una historia que se repite. En términos de inundación de esa zona de Santiago, Olga superó los estragos dejados por el ciclón David en el año 1979, lo que debe llamar la atención de quienes tienen la responsabilidad de velar por la seguridad ciudadana en asuntos de desastres naturales.
Hace 28 años, cuando David azotó el país, la mayoría de las viviendas afectadas en la zona antes indicada fueron arrasadas debido a que su construcción era de madera, lo que se contrapone a lo sucedido el mes pasado con Olga, que muchas de las viviendas afectadas permanecen levantadas, debido a que en esta ocasión están construidas de blocks con techos de zinc.
En aquella ocasión se habilitaron varios refugios para albergar a los que habían perdido sus casas, que igual que ahora, fueron centenares las familias que lo perdieron todo. La escuela Juan Ovidio Paulino de Bella Vista albergó a los moradores afectados del Hoyo de Bella Vista y lo que se conocía en ese entonces como La Playa del Río y el Balneario. Duró ocupada varios años por los damnificados, lo que trastornó el curso de la educación pública no sólo de ese sector, sino la de otros aledaños cuyos niños iban a esa escuela a recibir la enseñanza, tales como Pastor, Reparto Peralta, La Herradura, El Cruce, Suelo Duro, etc. Todas esas comunidades tuvieron que organizarse en juntas de vecinos, clubes de madres, clubes culturales y comités de defensa, para exigir de las autoridades de turno la pronta desocupación de la Juan Ovidio Paulino, porque eran miles los niños que estaban perdiendo años escolares, ya que la escuela más próxima era la Benigno Filomeno de Rojas, y hay que cruzar el puente Hermanos Patiño para llegar a ella, lo que representaba un problema de seguridad para los padres.
Después de varios años de lucha permanente por la desocupación de la escuela Juan Ovidio Paulino, el gobierno de turno construyó lo que hoy se conoce como Hato del Yaque, en el suroeste de Santiago, y que en ese momento se consideraba como zona rural, pero hoy día es un sector popular más de los tantos que han surgido en los últimos tiempos. Es lamentable reconocer que muchas de esas familias alojadas en Hato del Yaque, vendieron sus casas para alojarse nuevamente en el Hoyo de Bella Vista y la Playa del Río, y hoy son damnificados nuevamente, y el Estado, otra vez, tendrá que dotarles de viviendas. Es un ciclo vicioso alimentado en los últimos tiempos por la irresponsabilidad de politicastros locales en funciones de mando (Gobernación y Sindicatura), que en busca del favor político para sus candidaturas, son capaces de meter en la boca del lobo a todo el clientelismo político.
Para evitar que la zona devastada por el ciclón David en Bella Vista a orillas del Yaque del Norte fuese ocupada nuevamente por familias humildes, las organizaciones comunitarias de la época, con la asesoría y el apoyo de la Sociedad Ecológica del Cibao (SOECI) realizaron varias jornadas de arborización. Se plantaron cientos de samanes y flamboyanes, de los cuales apenas sobreviven unos cuantos, ya que la voracidad electorera se encargó del resto. Es propicia la ocasión para que las autoridades de turno eviten que esa zona vuelva a ser ocupada nuevamente. Planteamos desde aquí que la misma se convierta en un corredor ecológico con vigilancia militar permanente hasta tanto se construyan los parques, canchas deportivas y jardines que eviten que dichos terrenos sean ocupados otra vez.
No es posible que Santiago vuelva a experimentar los días trágicos de David y Olga. Que se construyan las casas para albergar a los nuevos damnificados, como lo ha anunciado el presidente Fernández, pero que sobretodo se impida que esos terrenos sean ocupados nuevamente. A ese problema, a igual que el de Rafey, hay que darle soluciones definitivas y no coyunturales. El corredor ecológico que proponemos es la solución definitiva a la tragedia humana que vivimos los santiagueros hace 28 años y que tristemente tuvimos que recordar el pasado mes de diciembre, cuando las aguas caudalosas del Yaque del Norte nuevamente arrancaron vidas y bienes materiales.