Otra vez en el recuerdo y el sentimiento sinfónico

Otra vez en el recuerdo y el sentimiento sinfónico

   La vida a menudo parece divertirse creando mecanismos extraños. El primer director oficial de la Sinfónica, Enrique Casal Chapí, decidió abandonar el país entrujillecido, con terquedad ibérica, porque un alto y apasionado funcionario del régimen lo había irrespetado. Trujillo, al ser notificado de tal decisión,  hizo llegar a Casal Chapí su decisión de cancelar al alto personaje, con tal que no renunciara de su magnífica labor, y le informaba que podía pedir lo que quisiera. Casal Chapí repuso que no podía pedir lo que quisiera, porque sería que mataran al personaje que lo insultó, y que él no podía pedir tal cosa.

Su renuncia aparece publicada en la prensa a mediados de diciembre de 1945.

Se marchó, y la orquesta estuvo en manos del subdirector Enrique Mejía Arredondo hasta la llegada  en mayo de 1946 del mexicano Abel Eisenberg desde La Habana, recomendado por el famoso director  austríaco  Erich Kleiber. Cuando Eisenberg dejó el cargo en 1951, los asesores dominicanos del Generalísimo entendían que la Sinfónica no podía estar en manos de un dominicano. Entonces sucedió que José Arismendi Trujillo, hermano del Generalísimo solicitó la Sinfónica para una Semana Aniversario de su Radiotelevisión Dominicana. No se conocen detalles, pero se la negaron, y «Petán» Trujillo, rabioso, ordenó que la Embajada en Roma contratara los mejores músicos, la crema y nata italiana para  él tener una orquesta mejor que la Sinfónica.  Aquí llegaron músicos e instrumentistas excelentes, entre ellos  Danilo Belardinelli, Francesco Montelli, así como Caggiano y otros asombrosos personajes. Fue la primera vez que vi y toqué instrumentos fabricados por grandes luthiers de Cremona, y la primera vez que vi tratar un instrumento como lo es, como una joya. Mantener limpias sus maderas exquisitamente barnizadas con una tela impregnada en el aceite recién sacado de un trozo de nuez. Luego envolver el instrumento en un pañolón de seda y acomodarlo en el estuche como a un bebé en amorosa cuna. Aquellos artistas italianos, calificados y perfeccionistas, como luego los excelentes músicos franceses que contrató el Gobierno en 1955 para la Sinfónica marcaron nuevos y más altos niveles en la calidad instrumental y en la docencia realizada en el Conservatorio Nacional. De estos grupos permanece, enamorado del país, el cellista y director François Bahuaud.

Empecé señalando que la vida a menudo parece divertirse creando mecanismos extraños. Una mañana, saliendo de su residencia en Gascue, el maestro Caggiano resbaló con una flor en la acera húmeda y sufrió severas fracturas que lo mantuvieron largo tiempo hospitalizado. El dominicano Manuel Simó, quien había realizado profundos estudios musicales con Casal Chapí, tanto en el país como en el Uruguay, fue encargado de la Orquesta y vino a ser el primer Director Titular dominicano por más de veinte años (de 1959 a 1980) y el primer erudito en ciencia musical y magisterial. Su presencia activa y benéfica para el arte musical, tanto en la Sinfónica como en el Conservatorio, lo colocan en lugar preeminente como ente constructivo,  creador e implantador de novedades sonoras y concepciones de arte contemporáneo.

El arte musical dominicano tiene deuda enorme con este sembrador sin egoísmos.

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