Cuando comenzaron a hablar de la ley a muchos nos dio urticaria. Temíamos que al final, con el pasar de los años y las voracidades gubernamentales, nuestro dinero se pusiera en riesgo. Hoy, nueva vez, lo confirmamos: todos quieren hacerse con los recursos de nuestras pensiones.
De las viviendas, que serán financiadas con parte de ese dinero, pasamos a cuatro plantas eléctricas. Y uno se pregunta: ¿es justo que pongan en riesgo nuestro futuro en nombre de un sistema que es un barril sin fondo?
Si bien es cierto que hay que buscar una solución a la eterna crisis eléctrica, me parece un abuso que pretendan hacerlo con nuestras pensiones. ¿Cómo, en un país en el que las garantías no existen, nos asegurarán que eso no será un hurto más?
Tal vez peque al ser demasiado pesimista. Dado los antecedentes, sin embargo, no es para menos. Con el sistema de salud ya nos llevamos tremendo fiasco (aunque esperado): nos cobran más por menos servicios y, para tener un seguro decente, hay que apelar a los complementarios.
Con las pensiones será muy distinto. No hay nada cierto porque nadie aún ha cumplido con la edad para comenzar a cobrar. Faltan unos cuantos años para ello. Pero, ¿cómo asegurar que estarán ahí los fondos si continúan haciendo fiesta con ellos? Temo por el futuro. Así como la vida se nos hace más agria cada día, a golpe de impuestos y aumentos de las tasas que hemos de pagar, ahora ponen en riesgo lo que podamos recibir mañana. Lo peor es que estamos presos. ¡No hay forma de escapar! El descuento, queramos o no, se hace cada mes.