¡Otra vez la reforma policial…!

¡Otra vez la reforma policial…!

Se debe evitar cometer nuevos errores por acciones u omisiones

Una de las características del subdesarrollo institucional de los Estados es que sus líderes predominantes tienen a menudo el afán de innovar con programas de acción, sin haber analizado exhaustivamente las causas de las fallas de pasadas gestiones y los posibles efectos o consecuencias de los cambios que proponen establecer para la solución de los problemas nacionales.

Por eso, durante mi permanencia como secretario de Estado a cargo de la Reforma del Estado (CONARE) del año 2000 al 2004, se hicieron esfuerzos ingentes por modernizar la Policía Nacional, para lo que contamos con analistas y experiencias de dominicanos y extranjeros, sobre la seguridad pública y la policía, que produjeron recomendaciones que están resumidas en las páginas 81 a la 113 del libro “Propuestas para la Reforma de la Administración Pública”, 2004; que son solo una pequeña parte de las que se hicieron entonces con los datos y análisis y recomendaciones acumuladas, sin desdeñar en lo absoluto lo que se había tratado de hacer hasta entonces.

Lamentablemente, las reformas propuestas, aunque se aceptaron inicialmente, no se aplicaron al encontrar obstáculos de parte de la alta oficialidad que se ha beneficiado del desorden que permite la discrecionalidad y la brutalidad de prácticas tradicionales, que persisten desde el trujillismo y el balaguerismo, a pesar de los “operativos” con que se “allanta” al Gobierno central y a la opinión pública.

En esos trabajos obtuvimos entonces la cooperación tanto de Francia como de Suiza; así como de una Comisión de Reforma de las Fuerzas Armadas de la República, e integramos una Comisión mixta que viajó a esos países a conocer el modus operandi de los procesos de formación y entrenamiento, de la policía de proximidad (comunitaria) y de la policía penitenciaria de las cárceles en ambos países. Se debe evitar cometer nuevos errores por acciones u omisiones.

El problema inicial está en la formación académica y moral de los reclutas, que deben ser por lo menos bachilleres; en la calidad de su formación integral y su salario, estabilidad y seguridad social, y luego en la supervisión sistemática de sus acciones, además de la capacidad instalada de comunicaciones electrónicas y de transporte rápido, así como en la ubicación de sus unidades mayores y menores.

Naturalmente que se requiere una depuración a fondo de ese cuerpo del orden, ofreciendo en lo posible otros empleos alternativos a los agentes y oficiales que no califiquen, de acuerdo a sus capacidades.

Lo importante es convertir a los egresados de las academias policiales como oficiales a cargo de las unidades policiales y reducir la cantidad de altos oficiales que poco hacen en la práctica.

También se requiere desarrollar tecnologías de criminalística y un departamento de Asuntos Internos que tenga independencia con respecto a los oficiales que deben investigar; así como otro de Logística y de delitos de alta tecnología.

Estamos en la mejor disposición de entregar al Ministerio de Interior y Policía y al superior Gobierno los documentos y otros datos disponibles para que puedan utilizarlo a su mejor conveniencia.

Reformas propuestas no se aplicaron por trabas de la alta oficialidad, beneficiaria del desorden

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