Otra vez los haitianos ¿hasta cuándo?

Otra vez los haitianos ¿hasta cuándo?

Ahora que el mundo es realmente un puño, la visión de Pedro Santana sobre las relaciones dominico-haitianas se transforma, dos siglos y medio después, en un juego de política internacional.
Aquella vez el Libertador temía que Haití lograra su más caro sueño político: convertir la isla en una e indivisible, gobernada por los haitianos.

Santana, hispanófilo y anti haitiano de machete en mano, entendía que el modo de evitar que eso ocurriera era resignando la República que él había contribuido a construir y junto con otros héroes, patriotas y próceres de la Independencia, pidieron convertirse en provincia de España.

Entonces surgió el espíritu independentista y la demanda del autogobierno convertidas en el formidable movimiento de guerrillas creado por Matías Ramón Mella y Castillo, que venció a Santana, investido por la corona española como Marqués de Las Carreras, táctica que derrotó al poderoso ejército imperial y produjo el nacimiento de Gregorio Luperón y Ulises Heureaux.

De entonces acá ha pasado mucha agua bajo el puente, hemos aprendido a leer, a escuchar, a ver, a estudiar y nos topamos de frente, como si fuera algo inesperado, con el reafirmado propósito de los haitianos de convertir la isla en una e indivisible, pero gobernada por los haitianos.
Para ello no les importa con quién aliarse.

En el texto de historia de Bernardo Pichardo, al referirse al libertador de Haití Toussaint Louverture, decía: amó a su patria, la soñó grande, y para libertarla se unió a cualquier país que facilitara su propósito, esas no fueron las palabras exactas del historiador, pero sí su sentido, su intención, el haitiano se agarraba hasta de un clavo ardiente para lograr su propósito.

Con una población depredadora de suelo, flora y fauna, Haití no produce ni por asomo los alimentos que debe consumir para sobrevivir, por lo cual mira hacia el lugar donde le resulta más fácil: hacia la República Dominicana.

Hemos tenido una relación difícil durante siglos en donde a los haitianos les ha tocado el lugar menos agradable, pero no es nuestra culpa. Tampoco hemos sido culpables de la deforestación acelerada a que han sometido su territorio contribuyendo a la desaparición de ríos y aguadas.

Pero ahora, con el espíritu de Toussaint, los haitianos se alían hasta con el diablo y quieren vivir de este lado, ocupar el territorio dominicano para desarrollar sus vidas, como si fuese nuestra culpa el azote de resultados de su desorden al administrar su territorio y su gente.

Lo que se persigue es que haya un enfrenamiento armado entre Haití y República Dominicana para ocupar la isla e imponer un gobierno fideicomisario en lo que se decide el destino final de la isla. ¿Lo vamos a permitir, lo estamos permitiendo?

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